Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Siempre me ha sorprendido la palabra «resiliencia», tan en desuso hasta hace aproximadamente un año, en el que políticos de turno, con cierta cursilería, la emplean para pretender dar una apariencia de un mejor nivel cultural. El vocablo resiliencia es sinónimo de resistencia, de fortaleza, solidez, se puede considerar a alguien de resiliente cuando tiene capacidad de sobreponerse en momentos críticos, enfrentarse a una situación adversa, traumática y seguir avanzando, no aceptar una crisis como insuperable, en definitiva, afrontar la adversidad. No es frecuente encontrar personas a las que se pueda calificar de resiliente, con esta cualidad. En estas semanas de guerra, en las que Rusia ha invadido, de forma injustificable, Ucrania ha aparecido en mi pensamiento la palabra de forma reiterada. El vocablo es aplicable, sin ninguna duda, a Volodímir Zelenski, presidente de Ucrania, país que está sufriendo una tremenda masacre por parte de un perturbado llamado Putin a quien veremos algún día ante el Tribunal Penal Internacional para ser juzgado por sus crímenes. Mientras Zelenski ha logrado la simpatía y el afecto de todo el mundo. La Asamblea de la ONU se puso en pie durante y al final de su intervención telemática. El Congreso norteamericano, reunidas sus dos cámaras, republicanos y demócratas, le aplaudieron durante un largo rato, también puestos en pie. La timorata Unión Europea le da su apoyo moral, no militar, sin resquicios y la Alianza Atlántica se refuerza en nuestras fronteras. Su presencia diaria en la televisión ucraniana demuestra su valentía y su «resiliencia», fuerza que transmite a sus conciudadanos que protagonizan una heroica resistencia. No se esconde, aparece vestido con una modesta camiseta de color caqui, que significa que él también está luchando, que no piensa salir del país, como le han sugerido. Él aguantará, aunque como dice, «Rusia haya convertido el cielo de Ucrania en una fuente de muerte».

Por contra, un cobarde Putin se parapeta detrás de una larga y hortera mesa de color blanco, recibiendo a jefes de estado o de gobierno, a quienes desconsidera de forma hasta grosera. Algunos analistas le consideran un asesino enfermo, piensan que está escondido en un búnker en algún lugar de Siberia, mientras sus soldados, engañados sobre su misión, que no era otra que unos ejercicios de entrenamiento. Este elemento debería de estar en un frenopático, si es que realmente padece una demencia. Putin nunca pensó, en sus delirios, que el pueblo ucraniano y su presidente serían capaces de resistir tanto tiempo. Mientras el «rublo» se ha depreciado un 40% y la bolsa de Moscú está cerrada por miedo a la retirada masiva de capitales y, el PIB ha caído un 10%. La deuda rusa está tratada por los mercados como «bono basura» y los 3.000 m de dólares que debe de pagar en los próximos quince días están en el aire. No podrá atender sus obligaciones financieras, lo que quiere decir que habrá entrado en «default», situación que no había ocurrido desde la época de Lenin. Sus amigos y colaboradores tienen bloqueados sus bienes en Europa y Norteamérica, los bancos rusos en el exterior cerrados y sus intercambios comerciales expulsados del sistema Swift, lo que le impide las transacciones internacionales. Este y, destruir un país, es el logro de Putin en dos semanas.

Hace algo más de un año el Cercle Financer invitó a dar una conferencia al embajador de Rusia en España, Yuri P. Korchaguin, sesión que resultó muy interesante y que tuvo una amplia audiencia. El embajador pronunció en un perfecto castellano su intervención, invitó a los empresarios mallorquines a invertir en su país, dando seguridad jurídica y oportunidad de negocio. Se trata del país más grande del mundo en extensión y con una población de 140 millones de habitantes. Espero que nadie siguiera su sugerencia, de lo contrario menuda responsabilidad. Hoy la situación es ya irreversible, el periodista británico Jonathan Freedland ha dicho que «la invasión de Ucrania es el capricho de un hombre posiblemente enloquecido» y el escritor Ian Mc-Ewan le ha definido como «un adversario desquiciado e impredecible».

Compartir el artículo

stats