Diario de Mallorca

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Norberto Alcover

En aquel tiempo

Norberto Alcover

Las tinieblas y la luz

Vivimos tiempos oscuros, de tal manera que se hace difícil distinguir haces de luz entre la multitud de acontecimientos luctuosos que nos abruman. Si nos descuidamos, acabaremos malheridos por la brutalidad de esa guerra un tanto lejana pero cada día más cercana emocional y económicamente. Porque esa guerra ucraniana ya es nuestra guerra, europeos que somos. Sin embargo, uno hace un esfuerzo por destripar la realidad y poner sobre el tapete algunos haces de luz que nos ayuden a sobrevivir. Tal vez, un esfuerzo ingenuo.

Pero antes y en primer lugar, permítanme recoger unas palabras de la historiadora rusa Natalia Nakovenko, editadas hace pocos días: «Putin considera la Federación Medieval de la Rus de Kiev como la madre del origen cultural de los actuales pueblos de Rusia, Bielorusia y Ucrania, es su madre patria y desea recuperarla». No se trata de un mero afán expansionista de naturaleza geográfica, en absoluto. Putin lleva años cultivando las palabras expuestas por Yakovenko, como nos ha demostrado en Chechenia y en Crimea. Mueve fichas siguiendo una intención ideológica completamente asumida. Y por esta razón, como muy bien dice David Rieff, «... lo único que puede parar a Putin es la presión interior, y ninguno de nosotros sabe lo que está sucediendo en Rusia». Para mí, de libro. E insisto en lo que ya escribí a comienzos de este mes: Occidente seguirá sancionando a Rusia, personificada en Putin, pero este magnate del nacionalismo casi religioso seguirá arrasando Ucrania hasta conseguir su objetivo. Zelenski seguramente lo sabe, pero comprendo que es muy duro asumirlo. Sería terrible que entre todos estuviéramos concibiendo una especie de «nación mártir» al intentar devolverle su libertad. Nada nos debería ocultar la verdad de la situación. Porque el final llegará.

Demos un paso más. A raíz de la celebración del Día Internacional de la Mujer, se ha puesto de manifiesto el peligro de que, por culpa de las malditas ideologías radicales, el feminismo acabe dividido en perjuicio de sus mejores intereses. Porque el feminismo en cuanto tal es una luz interior y exterior que socava perversas intenciones antropológicas para hacernos a todos mejores personas. Sabiendo que la inmensa mayoría de hombres ni odiamos, ni pretendemos perjudicar a la mujer, antes bien todo lo contrario. Pretender que los hombres lleguen a autoidentificarse con el machismo agresor, es un gravísimo error que solamente conduce a invertir el proceso positivo feminista. Uno, desde hace largos años, intenta poner en mano de las mujeres todos su derechos y posibilidades individuales y colectivas, y piensa, no sin evidente malestar, la estandarización del «hombre asesino» que se nos intenta vender. Hay hombres asesinos, pero repito que el conjunto no lo es, y el futuro del feminismo pasa por trabajar juntos, en la misma dirección, mujeres y hombres. Todo lo demás es aumentar el dolor de tantas mujeres golpeadas por la historia.

De repente, mi buen amigo, Julio Luis Martínez, quien fuera Rector de la Universidad de Comillas/Madrid durante nueve años, responde como punto final de una entrevista reciente: «Todos los desafíos me afectan intensamente, tanto en el sentir como en el pensar, lo cual no significa - ni mucho menos- que sea coherente en el actuar». Unas palabras luminosas para quienes, bien por razones intelectuales o bien emocionales, intentan ocultar su «lejanía personal» de cuanto nos sucede y jamás pasan a la acción en la medida de sus posibilidades. Se entretienen en palabras y en sentimientos, pero la sangre está ahí. Menos mal que son muchos quienes dan la cara y se posicionan ante tal sangre, aunque significan perder escalones en la pirámide social. Es una maravilla verlos aceptar su derrota ante los débiles en eticidad y moralidad. Porque ellos y ellas son los verdaderos vencedores. Luces deslumbrantes entre tinieblas mendaces.

Y dos haces de luz descaradas. Daniel Capó, cada vez más profundo y más sereno, escribía un texto en estas mismas páginas sobre la situación de los populares, con específico acento en su nuevo líder, ese gallego que dará mucho que hablar y por esta misma razón comienzan amagos de frenética demolición. El título, España se mueve. Tras quedar apabullado entre tantas palabras exageradas al respecto, alienta esa visión lúcida y positiva de un hombre de la generación media, como es Capó. Cuando escribe, ilumina. No pacta con la agresión ni al contrario ni tan siquiera al que no piensa como él. En ocasiones, me recuerda a textos de Ortega y de Marías.

Por otra parte, celebramos el centenario de José Luis López Vázquez. El hombre de la «tercera vía» cinematográfica con sus comedias pseudoeróticas de los setenta, es el actor de La cabina, de Pippermint frappé y de Mi querida señorita, entre otras maravillas fílmicas. Nunca pretendió ser más de cuanto fuera. Arisco un tanto, fue capaz de retirarse hasta el Goya de Honor, cuando nuestro cine había optado por nuevas frivolidades no eróticas sino más bien ideológicas, les sugiero la visión paciente de Competencia oficial para caer en la cuenta. Grande López Vázquez junto a Rabal, entre otros.

Cierro estas líneas casi contradictorias entre luces y tinieblas, con una reflexión final, que nos conduce hasta límites del todo peligrosos. Es evidente que la época de los grandes partidos dominantes ha periclitado en casi toda Europa, está claro. Pero también es evidente que las coaliciones encierran el peligro de desconcertar a la ciudadanía cuando se enfrentan a decisiones relevantes. Entonces surgen con toda su virulencia los principios divergentes y las promesas de los pactos realizados con anterioridad. Seguramente es imposible evitarlo, pero lo sucedido últimamente entre socialistas y podemitas no es de recibo, entre otras razones porque debilita nuestra posición en Europa, pero la coalición reciente entre PP y VOX en Castilla - La Mancha plantea el mismo problema, y de nada sirve ocultar la cabeza bajo la arena de las «necesidades históricas». En su momento, estas soluciones pasarán factura. Las luces de un momento pueden convertirse en tinieblas al cabo.

Nada fácil vivir estos instantes históricos. Y cada cual es responsable de cómo los interpreta y de cómo ayuda a encontrar alguna solución. Porque la mera crítica, sobre todo si es radical e ideologizada, solamente conducirá a encrespar todavía más los ánimos y aumentar más y más las oscuridades. Nunca como ahora, las palabras de Pablo debieran golpearnos: «La verdad nos hace libres». De esa libertad se trata.

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