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Bernat Jofre

Miopes e hipócritas

Si pensar en frío ya cuesta lo suyo, más esfuerzo puede llevar durante estas semanas de zozobra. La frase no es mía, sino de un buen amigo, gran abogado y mejor persona.

Experto en lo que el común de la clase política calificaría como «fricadas» y que, visto lo visto, quizás no lo sean tanto. Hablo de las criptomonedas y de la energía nuclear.

Porque otro gallo estaría cantando para Europa si hace años no se hubiera abandonado el desarrollo de la fisión nuclear con finalidades civiles. O no se hubiera apostado por una combinación de renovables realmente viables y energía nuclear. Aspecto ya avisado por Bill Gates en su día: las renovables no van a poder ser instauradas en todo el mundo a la misma velocidad. Por tanto, mejor optar por un comodín mientras su tecnología sea asequible para todos los gobiernos mundiales. Pero no: es más barato seguir operando con gas natural.

La presencia de viejas glorias políticas en diferentes Consejos de Administración de empresas energéticas - a lo largo y ancho del Viejo Continente, no es una cuestión tan sólo española - no ha ayudado en absoluto a tomar noción del peligro que representa la gasodependencia. Al contrario: lo ha aumentado y potenciado.

Hoy pagamos todos y todas tamaña miopía. Y vemos cómo Josep Borrell i Fontelles - otro ilustre miembro del club de las puertas giratorias - recomienda a la ciudadanía bajar el uso de la calefacción. Pero no anuncia su bajada de sueldo ni la eliminación de organismos europeos inútiles. Tales como el que preside, o la propia Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa ( OSCE), cuyo papel en este conflicto ha sido, cuando menos, mojado. Cabría preguntarse cuántas guerras ha evitado la OSCE y no cuántas ha condenado. Entonces conoceríamos su verdadera utilidad.

Mientras tanto, el súmmum de la hipocresía reina en esta mediática guerra: Polonia finalmente facilitará sus aviones de combate MIG-29 a los pilotos ucranianos. Eso sí: despegando desde las bases de la OTAN en Alemania. A lo que la Alianza se opone: no fuere caso que Vladímir Putin se enfade de verdad y ordene un bombardeo preventivo del aeródromo de origen.... es, en definitiva, el querer y no poder. El triunfo del doble vocabulario. La aceptación, en definitiva, de que salvo sorpresa mayúscula, Ucrania está condenada a su suerte: una cosa era armar a Bin Laden contra los soviéticos en las montañas afganesas y otra muy diferente a los ucranianos a las puertas de Moscú.

También a la guerra se asocia el fenómeno del auge de algunas criptomonedas en los últimos días. Cuando la mayoría han sufrido descensos generalizados en sus cotizaciones.

La razón podría explicarse en la compra masiva ordenada desde ciertos bancos privados.

Que dichos posicionamientos hayan sido ordenados por los denominados «oligarcas» - por cierto: si existen en la Europa del Este, también los habrá en la occidental - lo dirá el tiempo. Todo hace indicar que así es.

Rizando el rizo, podríamos decir que en estos momentos vivimos la paradoja de la democracia. En nombre de ella, condenamos el crudo ruso y lo vetamos. Pero como no tenemos repuesto a los combustibles fósiles, engordamos a Venezuela, Nigeria, Arabia Saudí o - atención - Guinea Ecuatorial. Lugares donde las elecciones son modélicas y - por encima de todo- las mujeres son respetadas.

Miopes e hipócritas. Eso es lo que somos. Y el Kremlin lo sabe. Por eso hemos perdido. De antemano.

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