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Emilia Sanchez

Votar a los 16

Este es un debate recurrente y nunca resuelto. Pero va siendo hora de abordarlo. Quiero analizar tres razones por las que creo que se debe ampliar la edad de voto hasta los 16, por cuestión de derechos, por su madurez y por resolver un problema demográfico. Pero, además, también explicar por qué creo que hay que hacerlo ahora. Ahora mismo hay en el Congreso una comisión de estudio de la reforma de la LOREG (ley electoral), que está analizando todas las reformas que hay que hacer a nuestro sistema electoral y es el momento de ampliar derechos y permitir a los más jóvenes tomar decisiones sobre el futuro en el que ellos van a vivir y que se está decidiendo ahora.

Por derechos. Permitir el voto a las personas de 16 y 17 años significaría reconocer por completo sus derechos civiles y políticos, en línea con otros derechos civiles reconocidos en nuestro sistema político y con los compromisos adquiridos por España con la ratificación de la Convención sobre los Derechos del Niño en 1990, que expresa en su artículo 12 el compromiso de los Estados Parte con el impulso de la participación de los niños y niñas en todos los asuntos que le afecten. Igual que reconoce el derecho de asociación, que nuestro país ya ha desarrollado, en la Ley Orgánica 1/2002, de 22 de marzo, reguladora del Derecho de Asociación, para que se pueda ejercer desde los 14 años. En Austria, Alemania, Bélgica, Estonia, Malta y Reino Unido en los cuales las personas mayores de 16 años tienen derecho a voto en distintos niveles. España debería unirse a estos países a la vanguardia de la defensa de los derechos de los jóvenes.

Por madurez. Los 16 años en nuestro país marcan el fin de la escolarización obligatoria. Es un momento donde se deja de ser estudiante y hay que tomar decisiones sobre el proyecto vital de cada uno, elegir su camino sin tutela, optar por seguir formándose o empezar a trabajar. Es un momento en el que les consideramos maduros para decidir, por tanto, también para votar. De hecho, en nuestro país, los jóvenes ya tienen una serie de derechos y obligaciones que computan desde los 16 años, como el derecho a trabajar, a emanciparse, a consentir una operación quirúrgica, a votar a sus representantes sindicales o a contraer matrimonio. Más allá de sus derechos, los jóvenes desde los 14 años tienen ya responsabilidad penal. Es difícil explicar por qué a los 16 pueden ser adultos para tener responsabilidad penal, trabajar, pero no para votar o participar en procesos políticos que pueden reconfigurar dichos derechos y obligaciones.

Por demografía.

Si miramos la pirámide poblacional de nuestro país, nos encontramos con una base muy ancha y un pico muy estrecho. Hay muchos mayores y muy pocos jóvenes. Una pirámide que, además, se va ensanchando por abajo en la medida que la población cada vez se envejece más. La consecuencia de esto es que las decisiones que se toman en este país, las toma mayoritariamente gente mayor. Esto hemos visto las consecuencias que tuvo en Reino Unido donde los jóvenes votaron mayoritariamente en contra del Brexit y los mayores, que van a vivir sus consecuencias en menor medida, con su voluminoso voto inclinaron la balanza a favor. Pasa lo mismo ahora con las cuestiones en torno al cambio climático, donde la población que menos vivirá sus consecuencias toma decisiones que vivirán estos jóvenes y sobre las cuales no pueden opinar. Una ampliación del voto joven podría contribuir a equilibrar demográficamente el voto entre los jóvenes y los más mayores.

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