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HOJA DE CALENDARIO

Pedro Villalar

El enfriamiento del horror

Vamos hacia las dos semanas de guerra en Ucrania, y empieza a observarse cómo el asunto comienza a diluirse. Los medios ya moderan sus adjetivos, la dificultad de los periodistas de permanecer al pie de la noticia porque su vida está cada vez más en peligro hace que tengamos menos información directa de las matanzas, la reiteración de brutalidades –el bombardeo de hospitales, por ejemplo- introduce un lamentable ingrediente de habitualidad y rutina en el relato… Se produce en fin un enfriamiento del horror al socaire de una desinformación cada vez más perfecta que favorece al agresor, y, paralelamente, se nos encallece la sensibilidad ante las escenas más dramáticas del penar de una sociedad civil que, como en todas las guerras, es la gran víctima propiciatoria de las elites belicosas.

Los propios números se relativizan. Los primeros muertos de una guerra tienen encarnadura, cara y ojos; los primeros centenares de muertos ya adquieren una magnitud pastosa y colectiva; y cuando hablamos de millares de muertos estamos enunciando una estadística, refiriendo un retazo de historia, narrando un hecho que se nos ha vuelto remoto de repente.

Y es claro que tenemos que luchar contra este enfriamiento, contra al absceso de insensibilidad que padecemos y que cuestiona nuestra condición de seres humanos, débiles y racionales, que no podemos consentir que la guerra sea alguna vez el procedimiento de resolución de conflictos y que debemos persistir en la detestación intensa de los violentos, de los autócratas, de los indignos traidores a la voluntad popular. Y los medios tenemos la obligación de mantener viva la llama de la ira, de la indignación, de la repulsa al agresor, de la piedad al agredido. Los sentimientos tienden a aplacarse con el tiempo pero hay que vivificarlos a todas horas para que un día se impongan nuestros valores universales.

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