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Bernat Jofre

Ucrania, granero del zar

Es muy posible que estos días ríos de tinta se viertan acerca de la intervención militar rusa en Ucrania. Que personalidades de todo el mundo condenen la acción de Vladimir Putin. También, que se exijan algo más que palabras a la mal llamada «comunidad internacional». Pero para quienes tienen algún tipo de contacto con la comunidad de ucranianos residentes en Baleares, la sorpresa puede ser asaz grande: buena parte de ella no podría estar en absoluto disgustada con la operación militar auspiciada por el Kremlin. La razón es bien sencilla: muchos de ellos pertenecen a la etnia rusófona, mayormente originaria de la región del Donbass. Arrasada por una guerra civil desde hace ocho años. Conflicto del que nadie habla en los medios de comunicación. Que se ha llevado por delante a una de las zonas más dinámicas no ya de Ucrania, sino del Este de Europa. Normal que hoy, silente y discretamente, los antes citados estuvieran descorchando botellas de vodka: muchos de ellos han vivido con la sensación de que los nacionalistas les han expulsado de la tierra de sus bisabuelos. Y que Moscú les despierta ahora de una pesadilla. Ambos bandos están de acuerdo: las formas no son las mejores. Pero la cuestión ucraniana no es tan simple como se quiere pintar en un principio. Un ejemplo: cuando Putin acusa de «nazis» a los gobernantes de Kiev no hace sino repasar la historia. En Rusia aún escuecen los centenares de miles de muertos provocados por los cosacos ucranianos al servicio de la Wehrmacht durante la II Guerra Mundial.

A la par, también deberíamos estar igualmente de acuerdo en que más importante es saber evitar un conflicto que ganarlo después. Y aquí es donde muy probablemente Occidente haya sido demasiado ambicioso. Tentando demasiadas veces el «Tratado de París sobre las relaciones de la nueva Rusia y la OTAN» del año 1997, firmado al alimón entre Bill Clinton, Boris Yeltsin, Javier Solana y Jacques Chirac. Donde se especificaban unos límites alrededor de Rusia donde la Alianza nunca podría estar presente. Papel mojado: tan sólo al cabo de un lustro las bases norteamericanas se aposentaban en territorio en principio «de escudo». Es posible que Jens Stoltenberg -hoy secretario general de la organización militar- esté arrepintiéndose de dichas maniobras diplomáticas.

Ucrania, granero del zar. Como Egipto lo fue de Roma. Quiste histórico, en modo alguno solucionado a lo largo de los siglos. Como la cuestión árabe, abonada a demagogia y discursos grandilocuentes. Cuando lo primero que se debería hacer es ir a las fuentes del saber y formarse una idea de conjunto, más que de hablar de «buenos» y de «malos». Ante todo, documentación. Y después, moderación en el discurso. Después, pasa lo que pasa.

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