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Ruth Ferrero

Todos mienten

Fue el senador norteamericano Hiram Johnson (1917) el primero en afirmar que la primera víctima de un conflicto es la verdad. Unos años más tarde, sería Winston Churchill el que reiteró «en tiempos de guerra la verdad es tan preciosa que debería ser protegida por un guardaespaldas de las mentiras». Y efectivamente, está siendo la verdad la primera baja de una crisis sobre la que la opinión pública mundial tiene fijada la mirada durante estas primeras semanas del año 2022.

Hemos asistido a un primer encontronazo entre las partes por la conquista del relato a través de la propaganda. Y ninguna de las dos partes se ha quedado corta en este aspecto. Pero quizás lo que más ha destacado ha sido el énfasis puesto por parte de Biden en la posibilidad de una guerra inminente, semana tras semana. Siendo la apoteosis final el señalamiento del día, y casi la hora, del ataque. Por su parte, Moscú ha mantenido su intención de negociar por vías diplomáticas la solución de la crisis, eso sí, siempre poniendo por delante la fuerza bruta como elemento disuasorio. 

Así, la desinformación, la diplomacia y la disuasión han sido utilizadas casi a partes iguales por ambas partes. No se trata de identificar en esta ocasión las partes de verdad de cada una de las informaciones que se han ido transmitiendo a la opinión pública. Quizás es más práctico ceñirnos a los hechos para intentar explicar cuál es la situación actual y qué intereses puede tener cada uno de los actores involucrados en que realmente estalle un conflicto.

Si la situación se mantiene como hasta ahora. Con el conflicto abierto en el Donbás, como desde hace siete años y medio, con una retirada parcial de las tropas rusas de la frontera ucraniana, con las puertas abiertas a una negociación sobre el despliegue de armas convencionales entre Rusia y EEUU y, parece, la posibilidad de la implementación desde Kiev de los acuerdos de Minsk y la retirada voluntaria de Ucrania de su candidatura a la OTAN como dejó entrever el embajador ucraniano en Londres, parece que a Moscú le habría salido bastante bien la jugada. 

Aunque Rusia no habría llegado al programa de máximos expuesto ante Washington y la OTAN que planteaba regresar a la situación anterior a 1997 sí que habría conseguido una buena parte de sus objetivos parciales. De paso habría puesto en un grave aprieto a la alianza estratégica de EE UU y la Unión Europea, además de haber dejado en evidencia a la ya famosa brújula estratégica europea que no solo no termina de despegar, sino que podría estar herida de muerte. 

La OTAN también gana

Pero también ha conseguido, de manera evidente, despertar de un coma cerebral, en palabras de Macron, a una OTAN que se encuentra a las puertas de su próximo marco estratégico o, lo que es lo mismo, de su enésima reinvención para adaptarse a un mundo para el que no fue creada. Sí, la OTAN también gana con un potencial conflicto. Y no, la OTAN, pese a lo que muchos dicen, no es una organización de paz, sino de guerra.

De este modo, los grandes vencedores de esta crisis, tal y como están las cosas, serían, curiosamente, el que ha hecho estallar la crisis, Rusia, y el que la está alentando hasta la extenuación. Piensen, todos mienten y lo hacen por una razón. 

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