Diario de Mallorca

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Me decía un conocido, seguidor de mis artículos, que desde hace años vengo publicando en Diario de Mallorca, que por qué escribía menos, que él lo notaba a faltar, al parecer le gustaba cómo trataba los temas de actualidad. No lo voy a negar, produce cierta satisfacción el saber que te siguen y que tal vez pueden resultar útiles para, al menos, hacer una reflexión. Al tiempo un articulista debe ser consciente de que los políticos hacen escaso caso de lo que escribe. La oportunidad que te brinda un periódico de usar responsablemente un espacio público obliga a intentar hacerlo bien, recoger el estado de animo de la sociedad, criticar a los que tienen encargos públicos, cuando lo hacen mal, cuando ni tan siquiera hacen o incluso cuando lo hacen bien, sin necesariamente tener que coincidir con ello. Pues bien, le contesté a este conocido seguidor que por un inesperado accidente tuve que interrumpir mi columna quincenal. También le comenté que debía ser consciente de que un artículo no es más que una intervención trivial comparada con la labor de los buenos periodistas. Pero lo que sí también es cierto es que como dice Graciela Montalvo, -profesora de la Universidad de Columbia, Nueva York-, autora entre otros libros de La sensibilidad amenazada, «los artículos tienen la virtud de sacar la escritura de las bibliotecas».

El tema de esta semana ha sido la sesión legislativa del día tres de febrero que ha puesto en evidencia que la democracia parlamentaria está en un estado penoso. Lo que ocurrió puso al descubierto las vergüenzas en las que está instalado el sistema. La votación del otro día aclaró que el diputado Alberto Casero no sabe manejarse bien con el terminal de internet. Tenía que pulsar, solamente, «sí» o «no» y esto lo sabe hacer cualquiera, aunque se encuentre acatarrado y tenga 39 grados de fiebre. Los mayores se quejan de los sistemas informáticos de los bancos, pero eso de pulsar sí o no, sí lo saben hacer. La presidenta del Congreso se hizo un lío y dijo que el decreto quedaba derogado y al minuto siguiente dijo que quedaba aprobado. Total, que un decreto que el PP quería que no se aprobase, -a pesar de que empresarios y sindicatos estaban de acuerdo en ello-, quedó convalidado por propia incompetencia. También se puso en evidencia que no es lo mismo haber obtenido una mayoría de investidura, que la cohesión que se precisa para gobernar. El historiador Gayo Cornelio Tácito (-c 120- c 55) explicaba que la República romana estaba en decadencia por el espíritu de facción y las intrigas que los aventureros de la política dominaban en el Senado y que habían conseguido con sus continuos contubernios que «ni la costumbre ni el derecho dominasen la res publica», -Non mos, non ius-, sentencia que parece de aplicación a la política española.

Otro asunto preocupante y de fuerte actualidad es la cada vez más evidente incapacidad del Gobierno de España para gestionar los fondos europeos. Según Funcas, instituto de análisis, y del Banco de España, en el año 2021 solo se ha utilizado el 20% del dinero que se ha recibido de Europa, cuando la recuperación de nuestra economía es la más lenta del conjunto europeo, el PIB pasará del 6% previsto en el presupuesto al 4% si es que se alcanza. De los 27.000 millones que aportaría Europa solo se han analizado 5.700, y las convocatorias cerradas y propuestas aprobadas solo suman 840 millones. La burocracia resulta ineficaz hasta para repartir adecuadamente el dinero que podría llegar, por ello parece conveniente crear un organismo o Instituto con amplia participación privada, que bajo la dirección de empresarios tutele cómo y en qué condiciones se dispondrá de este dinero. En Italia ya se está haciendo, hay funcionarios públicos en el organismo, pero la dirección está en manos de empresarios. En los próximos años podrían llegar 70.000 millones del programa europeo Next Generation, ayuda europea absolutamente necesaria para reactivar la economía. Si no se hace así nos exponemos a que muchos proyectos se queden en los cajones de los ministerios.

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