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Matías Vallés

Al azar

Matías Vallés

La subida del salario medio

La mayor contradicción democrática consiste en que los partidos burgueses no defienden los intereses de la burguesía, la clase todoterreno que acaba configurando el voto colectivo y pagando el grueso de los impuestos. A la hora de administrar esta riqueza se topa con la economía, la iglesia más dogmática de la que se tiene noticia. Sus conceptos vitales están trasnochados, véase el PIB o la satanización del paro en una sociedad donde cada vez más personas no quieren trabajar. En la cotidianeidad aldeana, si Podemos desea subir el salario mínimo y la patronal quiere limitarse a inflar los salarios máximos, el punto de encuentro no solo matemático consiste en arropar a la mayoría elevando los salarios medios, ahora mismo en el entorno de los 1.500 euros mensuales. Que serían dos mil si se hubieran incrementado al ritmo de su hermano menor.

El salario mínimo universal es un concepto no digitalizado, fruto de tiempos en que era imposible conocer la fluctuación de sueldos a cada instante. Llegados al punto evolutivo del control absoluto, hasta la fiebre estadística sugiere centrarse en el salario medio obligatorio, antes que en los extremos no solo volubles en lo político. La determinación del salario ínfimo puede provocar una concentración de percepciones a la baja y, para evitar la posible desproporción en contra de los ingresos modestos que desatan los emolumentos voluminosos, basta con transitar de la socorrida media a la mediana. Es decir, establecer una cifra burguesa que disponga de tantos asalariados por encima como por debajo.

Por ejemplo, quienes vetan el acceso a la vivienda de los habitantes del litoral y de las grandes ciudades no son los europeos de salario mínimo, sino de salarios medios que doblan generosamente a los españoles. Los enemigos de un salario mediano obligatorio se aferrarán a la destrucción de empleo, que no ha ocurrido con el SMI (recurro a las siglas para evitar la repetición ad infinitum de la palabra «salario»), mientras que la inflación carcome a su ritmo indiferente a los sueldos. La inventiva no puede circunscribirse a la ideación de ingenios malignos. Ni caridad ni elitismo, más burguesía.

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