Mirando al horizonte, parece que la tierra es plana, pero la ciencia nos enseñó que es redonda. También parece evidente que el sol gira a nuestro alrededor pero como la ciencia ha demostrado (Copérnico), es la tierra la que gira alrededor del sol. Resulta impresionante que la televisión permita hablar de modo simultáneo con un habitante de Australia, o que yo pueda hablar y ver, por WhatsApp, a mi nieta que está en México. Todos estos avances e infinitamente más, lo ha conseguido la ciencia y nos lo creemos.

Una paciente de 89 años me comentó que no se vacunaba porque sabía que tres personas habían tenido problemas después de vacunarse de la covid. Le expliqué que el virus de la viruela mató a 300 millones de personas y que, gracias a la vacuna, actualmente el virus ya no existe. Lo mismo ocurrió con la poliomielitis, que tantos muertos y deficientes físicos dejó; este virus actualmente gracias a la vacuna del Dr. Sabin (que por cierto la cedió gratis «como regalo a todos los niños del mundo») actualmente ya sólo afecta a algunos pocos habitantes de tres países pobres de África. Podríamos seguir hablando de la vacuna del sarampión, la difteria (de la que murió de pequeña una hermana mía), del tétanos, de la tos ferina... Ojalá tuviéramos vacuna para la tuberculosis (que todavía mata a 1.500.000 personas cada año que no tienen recursos para sufragar los 6 meses del tratamiento curativo), o para el SIDA del que han muerto 36.000.000 de personas y que actualmente en el tercer mundo afecta a millones de personas, que, al no poderse pagar el tratamiento de mantenimiento crónico, van a morir.

Según los datos que a diario recoge la Universidad John Hopkins, 5,5 millones de personas han muerto por la covid-19 (aunque en realidad contando los no declarados, rondaran los 15 o 20 millones), 25.000 de estos en Cataluña y mas de 1.100 muertos en las Baleares. Actualmente, después de la vacunación completa de más del 89% de la población de más de 12 años, han descendido enormemente las muertes por la covid.

De 1.585 ingresados en UCI, el 83% eran no vacunados (Motos, Eur Resp J. 2021). Es decir, que los no vacunados se complican mucho más y por tanto mueren mucho más. Además, un estudio de Israel publicado en Enero demuestra que los vacunados que se reinfectan por covid, el síndrome de poscovid ( falta de fuerza, fatiga, etc., etc.) afecta «solo» a la mitad que a los no vacunados (Antonelli, Lancet Infec Dis, Enero 2022)

Una vez hemos comprobado que las vacunas han ahorrado millones de muertes y otras desgracias, nos preguntamos: ¿Por qué algunas personas no quieren vacunarse de la covid? Lo que yo he podido oír es:

1) «Porque las vacunas se han puesto en el mercado sin suficientes estudios». Respuesta: estas vacunas se basan en estudios iniciados hace más de 20 años a nivel de investigación básica (Katalin Karicó y Drew Weisman). Los estudios en los voluntarios humanos se han podido realizar rápidamente gracias a la inversión de mucho dinero y medios, y así se completaron en un año.

2) «Por miedo a los efectos secundarios». Respuesta: después de millones de vacunados, los efectos secundarios han sido escasos, tolerables y ni de lejos comparables al número de muertos y complicaciones que produce la covid.

3) «Es un negocio de las farmacéuticas». Respuesta: la investigación básica se efectúa mayoritariamente en los centros públicos, financiada por los Estados (NIH en EEUU o el IS Carlos III aquí), después las farmacéuticas, arriesgando su capital, efectúan la investigación en humanos, que es muy costosa y justifica que después obtengan un dinero para sus accionistas inversores.

4) «Yo he visto más problemas en los vacunados que en los no vacunados». Respuesta: como hemos referido, un argumento es que: «me han dicho que esas cinco personas han tenido tal complicación», y otro argumento es el resultado del seguimiento científico de millones de vacunados.

5) «Todo es un invento para vender fármacos». Respuesta: quizás es necesario explicar que la ciencia no se transmite haciendo un tuit o un Instagram. Para publicar en ciencia, se necesita tener una muy sólida formación profesional, formar parte de un equipo experimentado, trabajar 5 o muchos más años en un proyecto (usualmente con los fines de semana incluidos). Después se lleva a cabo la recogida de los resultados, se introducen meticulosamente en una base de datos, se realizan los cálculos estadísticos de efectividad, se inicia la escritura del artículo que requerirá múltiples revisiones hasta que la explicación queda perfecta; se traduce al inglés y finalmente se envía a una de las revistas médicas. Allí los científicos del Comité Editorial deliberarán si es o no publicable, evaluando la originalidad y utilidad para los pacientes. Después estos editorialistas lo remiten a 2 o 4 revisores muy expertos en el tema, que evalúan el artículo y hacen comentarios, preguntas y críticas, que suelen ser muchas y rigurosas. Al final de unas (muchas) revisiones y contestaciones de los autores, el artículo es, o no, aceptado para publicar (las revistas punteras rechazan un 90% de las investigaciones que reciben...). Por tanto quien desconfía de unos resultados, es que no conoce el riguroso mundo de la ciencia.

Pero todavía no acaba aquí: una vez publicado, si se trata de un fármaco o vacuna, para poderlos poner a disposición de los enfermos (o no enfermos), debe ser aprobado por las agencias estatales de salud (la FDA en los EE. UU., la EMA en Europa, el AEMPS aquí). De nuevo, otros científicos expertos revisarán con mucho rigor la veracidad y credibilidad de los datos, el interés sanitario y los eventuales problemas.

Es decir, que no se trata de que «me han dicho» o «he oído» que 3 o 7 personas han tenido un problema después de la vacuna (que puede estar relacionado con la vacuna o no), sino que estamos hablando de una investigación seria, muy dedicada y estricta, efectuada después de un enorme trabajo, que posteriormente es revisada de forma meticulosa por muchos otros expertos independientes. A esto se le llama CIENCIA con mayúsculas y es en esta manera de trabajar en la que se ha gestado el progreso de la humanidad. Es pues en este conocimiento que debe basarse la decisión de vacunarse (o no).

Ser solidarios con los demás es una de las características por las que el Homo sapiens no se extinguió. Al decidir si vacunarse (o no), cabe pensar que el muro vacunal construido, será menos efectivo si éste tiene algunos agujeros (3,8 millones en el Estado).