Opinión | Entrebancs

Encuestas y sondeos

Durante el tiempo de legislatura que llevamos se han hecho más que en cualquier otro momento de la última década

Es posible que el tono de estas líneas pueda resultar molesto, quizás porque me «mojo» más que otras veces en un tema relativamente espinoso y que me afecta profesionalmente: las encuestas electorales. No hay partido político ni medio de comunicación relevante que no encargue y/o realice una encuesta propia y/o reproduzca otros sondeos, especialmente los realizados por el CIS bajo la dirección del «vilipendiado», a pesar de ello amigo, José Félix Tezanos.

Les confieso que me daba un cierto pudor y pereza encararme con encuestas electorales, tema vidrioso, que me puede significar desencuentros con compañeros de profesión y otros avatares. Además suele ocurrir con frecuencia que el profesional y/o empresa que tenga que hacer frente a una encuesta electoral, si los resultados obtenidos «satisfacen» al partido, al medio de comunicación… todo serán parabienes; pero si son «malos», las descalificaciones suelen estar garantizadas.

Les confieso que me he reactivado a escribir estas líneas después de leer una entrevista a Andrés Rábago pintor y dibujante, El ROTO : «Ahora todos hablamos en cierto modo con silenciador, matizamos lo que decimos por temor a herir, por miedo a la repercusión o al uso torticero que puedan hacer otros. Debemos cuidar lo que decimos, pero no debemos ocultar lo que queremos decir».

Estamos a mitad de legislatura. Si no hay adelanto electoral, cosa posible pero poco probable, la próxima convocatoria de elecciones generales será en el año 2023. Durante el tiempo de legislatura que llevamos se han publicado más encuestas electorales que en cualquier otro momento de la última década. Exceptuando los años de elecciones generales, desde 2011 se han publicado de media 88 estudios anualmente, con sus correspondientes estimaciones de voto. Sin embargo en 2021 el número de encuestas fue de 207, bastante más del doble. A pesar de esta enorme cantidad de estudios, la incertidumbre sigue siendo muy alta.

En España los sondeos han sido opacos. La tradición era publicar estimaciones de voto y poco más. No solían acompañarse con cruces entre variables, ni darse las respuestas individuales de cada entrevistado. Tampoco se daban detalles de lo que llamamos la cocina, los métodos que usa cada encuestadora para producir su estimación de voto a partir de los datos brutos. Esos ajustes son una práctica normal y necesaria, pero no solían detallarse ni explicarse con claridad. No está claro qué partido encabeza las preferencias ciudadanas, ni qué piensa realmente la opinión pública sobre la gestión del Gobierno de coalición y la oposición (…). Se están produciendo situaciones desconcertantes; por ejemplo, un instituto daba una ventaja de 4,9 puntos porcentuales de los populares sobre los socialistas, mientras que otro colocaba al PSOE por delante, a 3,7 puntos de distancia del PP. Con la misma metodología, la distancia entre las dos predicciones con respecto a qué partido ganaría era de 8,6 puntos, muy por encima, por supuesto, de los márgenes de error. ¿Cómo puede el ciudadano dar crédito a las encuestas cuando ofrecen resultados tan dispares?

Óscar Iglesias, Profesor de Sociología de la UNED y reconocido investigador en Tendencias Sociales y políticas, escribía en el año 2018 un artículo titulado «Las encuestas: ciencia, editorial o manipulación», donde denunciaba la manipulación grosera que se hacía de las encuestas y el grave perjuicio que esto ocasionaba a la democracia. Cuatro años después, 2022, se inicia otro ciclo electoral largo y la cosa sigue casi igual. Lo que chirría es que se pretenda hacer pasar la opinión o el apoyo hacia ciertas formaciones políticas como una realidad instalada en la sociedad española. En este punto, es importante separar la opinión y el apoyo de la información, porque de lo contrario se está utilizando la difusión de esos medios para debilitar la democracia.

Vivimos y convivimos en contextos políticos y sociales repletos de incertezas, lo que se concreta en una disminución significativa de la fidelidad de voto. A su vez la ruptura del bipartidismo conlleva la aparición de nuevas opciones y dos bloques, que a priori dificulta las mayorías. El voto ahora no decidido no tiene por qué abstenerse el día de las elecciones. El partido más votado no tiene por qué poder formar gobierno.

Para evitar las dudas crecientes que tienen los ciudadanos sobre las encuestas, es irrenunciable la transparencia para poder identificar el alcance, la veracidad, la fiabilidad y la confianza que merece una encuesta que pronostica resultados electorales o liderazgos en intención de voto. Entre otros aspectos es básico darse a conocer las características técnicas del sondeo, incluyendo el sistema de muestreo, tamaño de la muestra, margen de error de ésta, nivel de representatividad, procedimiento de selección de los encuestados y fecha de realización del trabajo de campo, el texto íntegro de las cuestiones planteadas y el número de personas que no han contestado a cada una de ellas. Sin esos microdatos pueden acabar convertidas en poco más que muletas retóricas para los intereses de los partidos «favorecidos».

Siguiendo el consejo del ROTO, «Debemos cuidar lo que decimos, pero no debemos ocultar lo que queremos decir», quizás en una próxima colaboración corra el riesgo de intentar bucear en las «cocinas» de algún sondeo electoral publicado.

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