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Ramón Aguiló

escrito sin red

Ramón Aguiló

Inexpertos y atolondrados

La reunión del pasado viernes en Ginebra entre Blinken y Lavrov para tratar de solventar la crisis a propósito de Ucrania, concluyó sin más acuerdos que el compromiso de EE. UU. de dar respuesta por escrito a las exigencias de Rusia sobre su seguridad en su frontera occidental. Sus declaraciones al término de la reunión de las dos delegaciones no permitieron desentrañar las incógnitas sobre una presunta intervención rusa en Ucrania. Lo único que fue posible detectar fue un visible y diferenciado lenguaje corporal de los dos jefes de la diplomacia de ambos países, no precisamente tranquilizador: nervioso, incómodo, irritado, inseguro, Blinken; sonriente, relajado, sosegado, firme, Lavrov. Si no acudimos a la veteranía y a la bisoñez en sus desempeños para explicar el contraste, no quedará sino inquietarse, y mucho, por lo que sus actitudes pueden revelar: determinación por parte de Rusia; desconcierto por parte de EE. UU. La prueba de la vacilante reacción de EE. UU. la dio Biden cuando aseguró hace una semana que una intervención rusa supondría sólo una incursión menor a consecuencia de la cual la OTAN discutiría la reacción; si fuera una invasión en toda regla, Rusia iba a lamentarlo. Se encendieron todas las alarmas en Ucrania y también en los propios EE. UU., pues parecía que Biden asumía la inevitabilidad de una incursión «menor». Al poco se producía una reacción de Biden asegurando unas consecuencias desastrosas para Rusia si se producía cualquier acción contraria a la soberanía ucraniana.

Sánchez, necesitado de reconocimiento, anunció el pasado fin de semana el desplazamiento de la fragata Blas de Lezo al Mar Negro y aviones de combate a Bulgaria. Tanto Irene Montero como Ione Belarra entonaron el discurso inaugurado con motivo de la invasión de Irak basado en la mentira de las armas de destrucción masiva en manos de Sadam Hussein: «España es el país del no a la guerra», y se manifestaron en favor de la desescalada, el diálogo para afrontar la situación y contra del envío de tropas. Hay que presumir que la reacción diferenciada, e incluso opuesta, de Unidas Podemos a la decisión de Sánchez apoyada por la ministra Robles hizo trastabillar su ardor guerrero. Se reprodujo una situación muy parecida a la primera reacción de Sánchez a propósito de las declaraciones del ministro Garzón sobre las granjas de ganadería intensiva, lamentándolas infinitamente. El seguimiento de los estados de opinión favorables al ministro de Consumo llevó a los dirigentes del PSOE a desdecirse y aseverar que no había una diferencia de posición entre UP y el PSOE sobre la necesidad de apostar por la ganadería extensiva frente a la intensiva. Tanto Lambán como Page, que habían criticado duramente a Garzón, quedaron en fuera de juego mientras el PSOE templaba gaitas con Garzón. En efecto, Albares, en su comparecencia a principios de esta semana, desgranó la posición española enumerando por orden de relevancia las prioridades que defiende el Gobierno ante la crisis entre Rusia y Ucrania: «diplomacia, desescalada, distensión y disuasión». Es decir, en contra de la inicial precipitación de Sánchez y Robles, introduce las tesis de UP, dejando en último lugar la disuasión mediante el despliegue militar. Queda para discusión de expertos si el envío de la fragata, otras naves y aviación al Mar Negro y Bulgaria se puede realizar o no al margen de la autorización del Congreso contemplada en la ley orgánica 5/2005 de la Defensa Nacional, pues estas operaciones en el exterior no se corresponden con unas condiciones contenidas en su artículo 19 para una misión exterior por petición expresa de la ONU, la UE y la OTAN. La nueva rectificación de Sánchez ha permitido a UP sacar pecho. Belarra ha afirmado: «El rumbo del Gobierno en la crisis de Ucrania es el diálogo y no los aspavientos belicistas». Una enmienda total a la que se ha tenido que sumar Sánchez; ya va por dos veces en menos de dos semanas que UP le dobla el pulso.

El golpe más duro ha sido el desprecio de Biden a la sobreactuación de Sánchez. Ni fragatas ni aviones. La videoconferencia sobre Ucrania convocada por Biden ha contado con la participación de Alemania, Reino Unido, Francia, Italia, Polonia, la Comisión Europea y la OTAN. Mientras en Francia Macron intenta presionar con escaso éxito a Putin y Alemania, paralizada por el gas ruso, que tiene a sueldo a un excanciller federal, no envía armas a Ucrania, España tiene un problema con EE. UU. que viene de la retirada de tropas de Irak por Zapatero, sin consulta a los aliados (a los que recomendó hacer lo mismo), que Rajoy no consiguió revertir del todo y que el Gobierno de Sánchez mantiene merced a la inclusión del comunismo en el gobierno y los independentistas amigos de Putin en la «dirección de Estado». Ahí está la respuesta frontal a la respuesta del ejecutivo a esta crisis internacional: la oposición de ERC, EH Bildu, Junts, BNG y CUP. Las pregonadas conferencias telefónicas de Sánchez del fin de semana con los líderes europeos tras el envío de las fuerzas armadas a zonas vecinas del escenario de la posible invasión rusa, han quedado, tras su ausencia de la videoconferencia, en una gran frustración, que la diplomacia española no sabe cómo sobrellevar. Al presidente, que pinta con ilusión su imagen de líder, le han retirado la escalera a la que se montó y ha quedado colgado de la brocha. Se repite la historia de la entrevista de 45 segundos concedida por Biden recorriendo un pasillo.

Algún columnista fervoroso de Sánchez ha resuelto la contradicción de que se pueda pactar y gobernar con la extrema izquierda pero no con la extrema derecha, con el argumento de que Vox es el partido heredero del franquismo y, en cambio, UP y demás extrema izquierda son los herederos del eurocomunismo y de su compromiso con la democracia. Como si EH Bildu tuviera algún compromiso con la democracia, o ERC, Junts, BNG, la CUP, lo tuvieran con la Constitución. Mientras todos ellos con UP pretenden la destrucción del Estado, el asalto a los cielos o la república confederada, Vox defiende la Constitución y la acata, aunque pretenda modificarla por medios legales. Mientras el PSOE no entienda eso tan simple, no volverá el protagonismo internacional de España de los ochenta y noventa. Por muchos aspavientos que haga.

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