Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Maria Rovira

Contra la operación biquini

Entro en una tienda de un centro comercial, veo una pieza que me gusta, me pruebo una L, me va muy justa o directamente pequeña. No tienen más tallas. Salgo de la tienda y me pasa lo mismo unas cuantas veces. Me harto cuando me veo luchando para entrar dentro de unos pantalones de pijama. He tenido toda la vida un cuerpo normativo. Esto se sabe porque, cuando no lo tienes, te lo han hecho saber muy a menudo y desde muy pequeña. Me miro al espejo: si yo soy uno de los extremos del espectro de cuerpos que contemplan las marcas de ropa, ¿cuántos cuerpos quedan fuera? ¿Qué mensaje están recibiendo? ¿Por qué las marcas no quieren vestirlos?

Mucha gente, este 2022, se ha propuesto hacer dieta; emprender este camino de penitencia y gélidas lonchas de piña que nos llevarán por fin al cuerpo deseado, vehículo necesario para la vida deseada. Recuerdo jugar con dos amigas a medirnos el diámetro de la cintura con una cinta métrica de tela, y comprobar aliviada que yo no era la más gorda. Teníamos seis años. La idea la sacamos de un anuncio de cereales que hacían en la tele; una sola brizna de hierba de este inmenso prado de mensajes nocivos que recibimos a lo largo de nuestra vida.

Contra todo este torrente de consignas, la única defensa que se da a criaturas y jóvenes son del estilo no te preocupes o todos los cuerpos son bonitos: puntuales, verbales y en contradicción con todo el resto de información recibida por todas las vías posibles.

Mientras tanto, el aumento de casos de trastorno de conducta alimentaria (TCA) no para y en situación de pandemia se agrava. La Asociación Contra la Anorexia y la Bulimia, ACAB, pasó de atender 2.000 casos en 2019 a atender más de 5.000, tanto en 2020 como en 2021. Los ingresos hospitalarios han crecido un 20%: hay más casos y son más graves.

Pero la presión estética nos afecta a todo el mundo. Una de mis lecturas más reveladoras de 2021 fue Operación bikini, de Júlia Barceló, editado por Flamboyant e ilustrado de manera maravillosa por Camille Vannier: no solo un canto a la vida y a la alegría, sino (¡por fin!) un escudo útil, una ayuda real para empezar a deconstruir. El mantra de todos los cuerpos son bonitos no nos guarece, pero afirmar que todos los cuerpos son válidos, independientemente de su estética, sí. ¿Qué sentido tendría valorar estéticamente y comparar nuestros hígados? Nos permiten vivir, que lo es todo. ¿Por qué mortificarnos porque nuestro cuerpo no es de cierta manera, en vez de disfrutar haciendo todo lo que nos permite hacer? ¿Cuándo dejaremos de hacer deporte para conseguir un aspecto determinado, en vez de buscar diversión y salud? Si queréis saber más sobre neutralidad corporal, recomiendo las entrevistas que ha hecho Júlia Barceló estas fiestas. Las encontraréis en su Instagram, cuenta de Twitter e iVoox. La presión estética es muy lucrativa para unos pocos y extremadamente nociva para tantísimos. Este 2022 podemos darle la vuelta a la tortilla, tirar la báscula y ser algo más libres.

Compartir el artículo

stats