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Jose Jaume

Desde el siglo XX

José Jaume

Nuevo capítulo en el deplorable sainete de la familia Borbón

No tienen fin las desdichas que acompañan a los Borbones, ahora es el delincuente despechado, cuñado y yerno de reyes, quien los saca a escena

Al tiempo que no dejamos de preguntarnos cuáles son las «regias intenciones», según expresión decimonónica del advenedizo López de Letona, supuesto amigo íntimo del deportado, hijo de ministro de la dictadura franquista, nos topamos con que otro de los actores del embrollado sainete de la familia Borbón opta por salir a escena a deshoras, cuando todavía no ha saldado cuentas con la Justicia; el marido de la infanta aún cumple pena de cárcel (en la casa de su madre en Vitoria, saliendo y entrando cuando le da la borbónica gana, pues todo se pega, hasta la familia política) de la que se libró Cristina de Borbón y Grecia, gracias a que se activó la operación «salvar a la infanta», en la que intervino, además de la Abogacía del Estado («Hacienda somos todos», mero producto publicitario) y el fiscal del caso, un tal Horrach, transmutado en abogado defensor durante la vista oral; después abandonó la Fiscalía para dedicarse a lo suyo, a la abogacía. Bien, estamos en que el cuñado de Felipe VI ha puesto estridentes cuernos a su mujer, lo que se desprende de la portada de la revista Lecturas (menudo sopapo ha propinado a la competencia) donde aparece paseando por la playa cogido de la mano de quien fue miss Álava, que, se ha sabido, trabaja en el mismo despacho de abogados y al igual que él está formalmente casada. Tiene 42 años. Cristina 56. Cuentan que el matrimonio de la hermana del Rey estaba quebrado, pero también dicen que la número 6 en la lista de sucesión en la Corona de España ha quedado desolada al ver las fotos, que llegaron a Zarzuela 24 horas antes de que se convirtieran en portada y noticia del miércoles y lo que queda.

Veamos: por qué el exjugador de balonmano lo ha puesto fácil para ser presa codiciada junto a otra mujer. El yerno de quien cuando empezó el descalabro era Rey de España siempre ha considerado que fue abandonado a su suerte. La llamativa sentencia «la Justicia es igual para todos», salvo, entre otros (as), para quien la enunció, Juan Carlos, quién sino podía emitirla con tanta desvergüenza como cinismo, lo dejó a los pies de los caballos; de lo que se trataba era de rescatar a la infanta Cristina, pero, claro, los daños colaterales no podían ser obviados. El casquivano se llevó la palma. La sed de venganza siempre ha sido muy poderosa. El marido de Cristina, en asunto de mujeres, tenía perfecto ejemplo a emular en su suegro; también en las cuestiones financieras. Hizo lo que veía que era habitual en los palacios en los que se asienta la jefatura del Estado. Cayó con estrépito. Ha madurado el despecho; empieza por destrozar públicamente su previamente descalabrado matrimonio. ¿Tendremos un «cese temporal de la convivencia»? ¿Fulminante divorcio? No parece que Cristina, mujer de armas tomar, más cerebral que su hermana Elena, que siente la humillación como afrenta imborrable vaya a seguir los modos de su madre, Sofía de Grecia, capaz de tragarse la mala vida que le ha endosado su marido y ser capaz, el día de la abdicación, en el balcón del Palacio Real, de estamparle un beso en la mejilla ante la evidente incomodidad de éste, que todavía no había asimilado que su hijo le acababa de borbonear tutelado por Felipe González y Alfredo Pérez Rubalcaba teniendo a Mariano Rajoy en la presidencia del Gobierno sin abrir la boca para no fastidiarla; habían borboneado a Juan Carlos, a él, tan dado a borboneos varios en la mejor escuela de su abuelo Alfonso XIII.

El despechado empieza a cobrarse piezas; la primera, su mujer, con la que debe de tener no pocas cuentas pendientes. El depósito del descrédito de la familia Borbón está rebosando. Al tiempo que sucede lo relatado tenemos al traficante amigo de Juan Carlos, que lo visita en Dubái, reclamado por España y Francia.

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