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Juan Soto

La España llena

A los futuros diputados les recomiendo que echen un vistazo allí donde no hay vacío: lo que se oferta es una amplia panoplia de opciones que permiten saborear todos los matices de la precariedad

Manifestación convocada en varias localidades de la España Vaciada, en Teruel, en una imagen de archivo. EFE/Antonio Garcia

Sergio del Molino se sacó de la chistera el término ‘España vacía’ después de un viaje por esas provincias en las que la mayoría de vosotros nunca habéis estado, publicó un libro de éxito y luego salió en Twitter gente que considera a Sergio del Molino demasiado problemático para ser una inspiración directa. Era gente con menos talento que él para escribir, pero con mayor capacidad para la represalia, y le dieron una vuelta de tuerca al concepto. De la España vacía, muy buen libro, pasamos a la España vaciada, mejor lema. Ni es lo mismo ni se le parece. La primera expresión es antropológica, la segunda vengativa. Quién demonios nos ha saqueado. Quién demonios ha dejado estas tierras sin almas. Quién nos lo va pagar, y cuándo.

Estos días, cuando se habla en el periódico de vacío y de España, o se refieren al interior de los bares con la ómicron, o a la cabeza de los padres de Djokovic, o al crisol de nuevos partidos que se presentarán a las elecciones preguntando eso que trajo tanta prosperidad a las tierras catalanas: «¿qué hay de lo mío?». Provocan ciertos nervios, porque no se sabe todavía cuáles son demócratas (socios potenciales del PSOE) y cuáles son de extrema ultra derecha (todos los demás), y además mucha gente se queda con cara de conejo si le piden que señale correctamente en un mapa Palencia, Ávila, Burgos y Soria. Esto trae varios problemas asociados. Problema para el PP: muchos de los sitios donde germinan estas opciones eran sus feudos. Problema para el resto de España: requiere memorizar mapas como en segundo de ESO. Problema para mí: empezaba a fantasear con mudarme allí, pero si la llenan, paso.

Cuando visito a Soria o Palencia con algún bolo suele haber mucha gente en la sala, porque hay poca oferta cultural, lo que es muy bueno para la cultura, y luego nos vamos de cena y de bares, y hay un montón de sitio en todas partes, y me dan envidia. Nunca falta un tugurio donde tropiezas con gente que no quiere irse a dormir, y a la mañana siguiente encuentras sillas libres en todas las terrazas que dan desayunos. Además, los jóvenes de allí sueñan con irse a una ciudad más grande, a Madrid, o fuera de España, y la posibilidad para elucubrar vidas más grandes requiere haberse criado en sitios con poco horizonte. «Esto está lleno de viejos» es una frase que me han dicho en varias capitales de provincia vacías chicos que luego hacen todo lo posible por parecer especiales. ¡Lo tienen en las manos y no lo ven!

Lo suyo parece tener también algunas ventajas, visto desde las zonas del país asfixiadas, atiborradas y corruptas

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Datos de Teruel, en Idealista: piso de 200 metros cuadrados en el Ensanche, 180.000 euros. Pleno centro: ático de 70 metros, 90.000 euros. Empiezo a inquietarme. Pongo en los parámetros de búsqueda de la web «más de 350.000 euros», que es el precio mínimo de un piso de 100 metros en el extrarradio de Barcelona, y en todo Teruel aparecen solo 5 ofertas. Tres son palacios. Las cinco están en las mejores zonas de la ciudad. Y veo que allí los precios de ricos llevan de verdad a cosas de ricos. Sé que hay pocos ambulatorios per cápita, sé que se abren menos empresas que en Madrid, pero aquello parece tener también ciertas ventajas. Ya digo: desde la España Llena, atiborrada, asfixiada y corrupta, hay cosas que dan envidia.

A los futuros diputados de la España vacía (o vaciada) les recomiendo que le echen otro vistazo a la España llena, que prolonguen un poco más sus visitas a Madrid y busquen piso de alquiler no muy lejos del Congreso a ser posible. Piden más inversiones, más economía, y tienen perfecto derecho a ello, y buenos motivos para pedirlo, seguro. Pero que reflexionen un poco sobre la España llena. Porque cuando hay más dinero en todas partes, cuando parece florecer en los árboles ahogados en el tráfico de la Castellana, o de la Ronda, la pasta se va para los de siempre, y para el resto se oferta una amplia panoplia de opciones que permiten saborear todos los matices de la precariedad. Esto es lo que define la España llena, ahora que hay rotondas en todas partes.

Si el teletrabajo acaba sembrando de hípsteres treintañeros con gorra el centro de todas esas ciudades van a ver lo que vale un peine: 40 euros en una boutique ridícula diseñada para contribuir al espejismo de que apiñados vivimos mejor.

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