El pasado 15 de diciembre me informaron que debido a la falta de capacidad del servidor informático, teníamos que suspender temporalmente el funcionamiento de lo que en nuestra jerga de iniciados llamamos el TERIB o «Sistema de Tramitación Electrónica Ramadera de les Illes Balears». La cuestión no es menor, puesto que a través de este medio, ganaderos y veterinarios realizan muchos de los trámites ordinarios de las explotaciones ganaderas. El problema se solucionó relativamente rápido y el día 20 volvía a estar activo. Cada vez que hay que hacer una consulta de datos al Registro Interinsular Agrario, debemos solicitarla a TRAGSATEC en Madrid y esperar la respuesta. No hay semana que no reciba queja de algún ganadero pidiéndome que cambiemos las guías de transporte de ganado porque el sistema les marca una hora de salida y de llegada muy ajustada y si luego surge algún problema inesperado no pueden cumplir. La realidad es que la hora de salida que consta en las guías es la de emisión en la oficina de FOGAIBA y se cambia cuando el ganadero, o el transportista, sabe seguro a qué hora se llevarán los animales de la explotación. Por defecto el sistema marca tres horas y aunque es posible cambiarlo, lo que sucede es que normalmente ningún ganadero lo modifica. Una cosa que en principio parece tan simple, se convierte en un verdadero problema para la gente y aunque la razón de fondo tiene que ver con garantizar el bienestar de los animales en el momento del transporte, resulta difícil explicarlo cuando el ganadero en concreto está enfadado porque cada paso que da le lleva un trámite burocrático, y siente que la mitad de su tiempo se le va en ello. Podría citar un sinfín de este tipo de cuestiones que a la postre, son imprescindibles para el funcionamiento de cualquier explotación.

El caso es que si algo me exaspera de mi función es ver cómo todas esas pequeñas cosas que deberían funcionar de manera automática, ser sencillas, o resolverse de forma ágil para la comodidad en este caso de agricultores y ganaderos, se atascan y no terminan nunca de arreglarse como debieran, y es que en esto de la gestión pública, el diablo se esconde en las pequeñas cosas. Además de impulsar proyectos o cambios estratégicos debemos identificar estas situaciones para introducir cambios en los procedimientos que nos permitan superar las barreras burocráticas. De lo contrario, la horrible inercia acaba imponiéndose.

Una de las razones está en que nos movemos en un sector hiper regulado. La página web del Senado alberga una biblioteca legislativa completa, formada por más de 40 reglamentos comunitarios, otras tantas directivas, una veintena de leyes básicas, más 11 códigos de derecho agrario y desarrollo rural, otros 3 códigos de derecho agroalimentario, y otros diez compendios de sectores especiales como el aceite, el vino, o bienestar animal. Esta cantidad de normas y sus constantes modificaciones, exigen un esfuerzo de puesta al día permanente del funcionariado. Con esta realidad, siempre pienso que el agricultor o ganadero europeo tiene una comprensión y conocimiento del marco normativo en el que se mueve, que a otros sectores sorprendería.

Me gustaría transmitir que somos conocedores y conscientes de estos asuntos y que tratamos de dar pasos. En estos últimos meses hemos logrado desatascar varios temas que llevaban tiempo «incordiando» y que suelen pasar desapercibidos. Por dar un par de ejemplos me gustaría citar la apertura de la celda de enterramiento controlado para los cadáveres de los animales que se mueren en las explotaciones después de 14 años cerrada y para lo que fueron necesarias muchas reuniones y la siempre buena disposición del Departamento de Medio Ambiente del Consell de Mallorca y por supuesto de EMAYA. Hace seis meses establecimos un nuevo procedimiento para el alta de las explotaciones ganaderas que ahorra mucha documentación y tiempo de tramitación, y que se sustenta en algo tan simple como una declaración responsable. Seguiremos.