Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Ramón Aguiló

Escrito sin red | El alcalde, el amor, el sexo, el género

Se celebró el pasado viernes en Cort la Festa de l’Estendard. El alcalde, José Hila, pronunció el tradicional discurso de ese día. Parece una costumbre ya consolidada que al comentar algún acontecimiento municipal en el que la figura de este alcalde es protagonista, especialmente cuando se está al albur de verter alguna disquisición suavemente crítica sobre él, precederla de una declaración lisonjera tal como: «El alcalde Hila es un político honrado, trabajador y educado». Son cualidades exigibles a cualquiera que pretenda desempeñar un cargo público; aunque el hecho de poseerlas no garantice el resultado de su gestión. Como pretendo hacer algunas acotaciones a sus palabras que pudieran parecer ligeramente discrepantes, me sumo a la citada costumbre y repito que el alcalde Hila es un político honrado, trabajador y educado.

Poco hay que matizar sobre sus reflexiones sobre la pandemia y las actitudes de civismo necesarias para afrontarla, como la vacunación. Por ventura, señalar las generalizaciones utilizadas para indicar objetivos, lo que dificultará la evaluación de su gestión: «se renovarán aceras, se plantarán más árboles, se asfaltarán más calles, se adecuarán más parques y zonas verdes». No se sabe cuál es el compromiso: cuántos km de aceras, cuántos de calles, cuántos parques y zonas verdes. Dijo que quiere contratar más policías, pero no dice cuántos. Sucumbe a la dictadura del lenguaje inclusivo diciendo que quiere una Palma «verde, sostenible, próxima» para que «los niños de hoy y sus hijos e hijas tengan un futuro»; pero, ¿qué pasa con las niñas de hoy y sus hijos e hijas? Anunció una nueva convocatoria para contratar a más policías, pero, ¿cuántos? Insistió en que el gobierno municipal está aplicando «medidas valientes», entre las cuales mencionó la potenciación del transporte público, plantar más árboles y más parques (una redundancia), pacificación del tráfico, la consecución de la ciudad de 15 minutos y el impulso de las energías renovables. Tengo que confesar que se me oculta el por qué estas medidas reúnen la característica de ser «valientes»; ¿acaso por ir en la dirección paradigmática de la lucha contra el cambio climático? No tengo clara la propuesta de ciudad de 15 minutos, por ser congruente con una ciudad policéntrica, cuando Palma es ciudad con un centro muy definido, un ensanche con ejes cívicos radiales respecto al mismo, polígonos industriales, barrios periféricos y núcleos separados del continuum urbano. No se puede gobernar con eslóganes; una ciudad evoluciona más según la dinámica de la tecnología y la economía que por los deseos de sus dirigentes. Le reconozco al alcalde el hallazgo de la expresión «pacificación del tráfico», que significa asaetear a multas a los conductores que aún no han tenido el tiempo de gracia para acostumbrarse a la nueva regulación de velocidades; conducen tensos por adaptarse a las limitaciones de cada calle. El alcalde precisa que todo esto debe hacerse de «forma justa» y sin tener que escoger entre «combatir el cambio climático o llegar a final de mes». No acabo de entender ni esa justicia ni esa disyuntiva.

Así como se compromete con la restauración de los grafitis de Son Boter, constato que no asume ningún compromiso con los grafitis que asuelan la ciudad. A saber, qué culpa tienen los propietarios para que el Ayuntamiento les obligue a pagar por la limpieza de sus fachadas. Se compromete el alcalde a «incrementar la inversión en la Palma que funciona»; ¿no sería más adecuado incrementarla en la Palma que no funciona? En fin, que me parece todo un poco revuelto y confuso.

Hila dijo que aprende de sus errores y agradece la crítica constructiva de la oposición, que ayuda a acertar más en las decisiones. Tras tanta atmósfera de crispación política en el país se agradece la humildad con la que se reviste el alcalde; sea verdadera o impostada contribuye a un ejercicio saludable de la política. Pero, hete aquí que Hila, quizá molesto porque se le haya adjudicado falta de liderazgo, se ata los machos y abandona todas las consabidas y ramplonas generalidades de la vida espesa y municipal y se adentra en el vibrante espacio de las emociones con las que los ciudadanos se identifican, en el terreno del amor. Es curiosa esa propensión de los máximos dirigentes de las instituciones a adentrarse en competencias más propias de literatos, psicólogos y demás investigadores del espíritu. Hila, que también se declara feminista, no sigue los caminos de la radicalidad marcados por Miquel Ensenyat condenando el amor romántico, antes bien parece inscribirse en la escuela del poliamor: «Todo el mundo es libre de amar a quien quiera y como quiera; no existe una única forma de amar, como tampoco existe una única Palma, porque somos una ciudad diversa, aunque esta diversidad no puede entenderse sin la igualdad». Un trampantojo. Una ciudad es diversa de las demás, no lo es de sí misma; diversos son los ciudadanos, iguales son sus derechos; diversos son los barrios, pero la ciudad es una.

Afirma contundentemente el alcalde que «la igualdad entre hombres y mujeres es indiscutible e innegable». Me permito discutirlo y negarlo. Hombres y mujeres son diferentes; a la fisiología y a sus derivadas hormonales y psicológicas me remito; son sus derechos los que son iguales. Y esto no convierte a la ciudad en «feminista», como también subraya. Palma no es feminista, como no es socialista, ni popular, ni nacionalista, por muchas elecciones que algún partido pueda ganar. Palma es sus ciudadanos, su historia, sus monumentos, sus calles, los espacios donde se ejerce uno de los principales atributos de las ciudades: la libertad. Tal parece como si el alcalde, al decir que «hacemos bandera de ser una ciudad feminista», pretenda liderar, ahora sí, el feminismo. Tendría que precisar cuál, si el tradicional, basado en el sexo, mayoritario en el PSOE, o el que se reclama de la orientación de género, incardinado en Unidas Podemos; están a la greña. Puesto que Hila se adentra en estos jardines debería, como mínimo, ilustrarnos sobre los colores de la bandera que enarbola. Una última acotación: una cosa es liderar el feminismo y otra es liderar la ciudad. Es obvio que un alcalde debería aspirar a lo segundo.

Compartir el artículo

stats