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Juan Tapia

Nuestro mundo es el mundo | 2021 deja grandes interrogantes

El pacto de la reforma laboral del Gobierno con la CEOE y los sindicatos es un éxito. Supeditado -eso sí- a la aprobación por el Congreso este mes de enero

2021 deja grandes interrogantes

Con una tasa de vacunación que ha llegado ya al 90%, España ha vivido un mejor 2021. La pandemia sigue ahí -y la variante ómicron nos está amargando las fiestas-, pero sus efectos sobre la vida y la economía son mucho menos graves. En 2020 la economía española se desplomó un 10% -la mayor caída de Europa- y en 2021 no habremos crecido el 6,5%, como exhibe el irrazonable optimismo del Gobierno, pero sí un 4,5%, como prevén el Banco de España y el FMI.

Pero el triunfalismo crea desencanto. La economía ha tirado menos de lo prometido, hay retrasos y confusión respecto a los fondos europeos y la inflación, que en febrero estaba en una tasa del 0%, se ha desbocado a nada menos que el 6,7% en diciembre. La peor en 30 años. Es una amenaza para la estabilidad social y, al ser un fenómeno mundial, puede endurecer la política monetaria del BCE (compra de bonos, tipos de interés), lo que genera inquietud. Cierto que el escudo social contra la crisis ha funcionado y ahí se refugió Pedro Sánchez en su última rueda de prensa: España tiene hoy más de 20 millones de empleos, lo que no sucedía desde el lejano 2008. Un dato relevante.

Pero a la incertidumbre económica se une el hecho de que la estabilidad de la que presume Sánchez es muy relativa y algunas semanas parece inexistente. Cierto, el Gobierno ha aguantado, pero las trifulcas entre los dos socios -y el hecho de que juntos tampoco tienen mayoría- causan desconfianza. Si le añadimos el clima de guerra civil verbal entre la izquierda y la derecha y la ausencia de todo atisbo de aproximación entre el PSOE y el PP, nos encontramos ante un ruido infernal y un eterno bloqueo institucional.

No puede ser que el cuarto país de la UE lleve ya tres años con el órgano de gobierno de los jueces caducado y sin probable arreglo antes de las próximas elecciones generales. No puede ser que en Bruselas el primer partido de la oposición denuncie continuamente la acción del Gobierno. Es inconcebible que el Tribunal Constitucional (con mayoría derechista) haya declarado inconstitucional el estado de alarma con el que afrontamos la primera ola de la pandemia. Viendo en las Cortes a Sánchez y a Casado -olvidémonos de quien tenga razón- lo indiscutible es que así el país está muy por debajo de sus legítimas ambiciones.

Sánchez presume de estabilidad. Sí, pese a todo ha logrado aprobar por segundo año los Presupuestos, aunque haya debido negociar con más de diez partidos. Pero falta coherencia en el Gobierno -y en la mayoría que a trancas y barrancas lo sustenta- y el país es difícil que pueda avanzar mucho en un clima político tan crispado.

El martes el Gobierno tuvo un gran éxito al lograr pactar la reforma (no la derogación) de la reforma de Rajoy, que flexibilizó el mercado de trabajo y permitió una penosa y forzosa devaluación interna porque ya no podíamos devaluar la moneda. Salvo saliendo del euro, a lo que ni la Grecia de Tsipras se atrevió.

Que el liberal Luis Garicano (Cs), e incluso la FAES de Aznar, hayan juzgado aceptable un pacto en el que el realismo del PSOE, con el ojo en Bruselas, se ha impuesto, con la ayuda de la pragmática Yolanda Díaz, a Podemos, y ha conseguido arrastrar a los sindicatos es positivo. Por ello la CEOE, liderada por un Garamendi que está mostrando carácter, lo ha firmado. Pese a algunos marramiaus.

Sí, se pierde algo de flexibilidad (malo), pero se logra un marco laboral pactado (bueno) y quizás se reduzca precariedad y temporalidad. Cuando la amenaza era derogar la reforma de Rajoy -y que rabiara la patronal-, el resultado no es sobresaliente, pero sí notable. El Gobierno tenía muchos números de estrellarse en una cuadratura del círculo.

Pero el pacto con los sindicatos y la CEOE no garantiza la mayoría parlamentaria. PP y Vox votarán en contra, y ERC y Bildu (menos el PNV) pueden unírseles. ERC está molesta por su falta de protagonismo, pero querer enmendar la plana a los sindicatos… Lo de Bildu es otra cosa porque busca acosar al PNV y UGT y CCOO no dominan en Euskadi. ¿Aprovecharía Arrimadas la oportunidad? ¿Lo toleraría Yolanda?

Si en enero el decreto no es aprobado por el Congreso, el éxito se convertiría en fiasco. Y unido al 6,7% de inflación sería un pésimo inicio de año para Pedro Sánchez.

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