Cuando llegas a Madrid y comentas que vienes de Mallorca la mayoría de gente suele sonreír y dedicar algún halago a nuestra tierra; en general la perciben como un lugar idílico. Como un lugar donde se vive muy bien. Nos ven incluso con una cierta envidia. Pero esa percepción cariñosa es muy simplista, ya que hace tiempo que es bastante errónea. Las Islas Baleares no son el paraíso que eran. En según qué aspectos lo siguen siendo, pero en muchos ya no lo son. Hay luces, evidentemente, pero lo que hay, y cada vez más, son sombras porque Mallorca, Baleares, cada vez funcionan peor (y todas estas reflexiones que voy a hacer son independientes del tema covid ya que se basan en datos de justo antes de empezar la pandemia).

Para empezar, hablemos de un primer indicador que aporta mucha información: la renta per cápita. Hasta el año 2000 Baleares era la primera en renta per cápita de España. En el 2019 ya estábamos entre la sexta y la séptima (por detrás de Aragón y empatados con La Rioja). En el 2000 teníamos la Renta número 48 de la UE, en el 2019, la 98. «¿Cómo es posible?», pensará alguien que ve las islas desde la distancia. «La de Baleares es una economía eminentemente turística, ¿habrá bajado mucho el número de turistas?». Pues no. Y no sólo no es eso, sino que es todo lo contrario. El número de turistas no ha parado de subir. En 2000 venían casi 11 millones de turistas, y en el 2019 vinieron un 50% más: ¡16.5 millones!

Pero el problema no es sólo la renta per cápita. Miremos otros indicadores clave (todos de 2019). Acceso a la vivienda: en Baleares se necesitaban 16,5 años de sueldo íntegro para adquirirla (en España, 7,5). Abandono escolar: era del 24% (mientras el estatal era del 17%). Riesgo de pobreza infantil: el 34% en Baleares (vs. 27% de España, y el 18% de la UE). Coste de la vida: llenar un depósito de gasolina, de media en España, costaba 73 euros. En Baleares, 80 euros. Un 10% más, como en casi todo. 21 de las 25 gasolineras más caras de España están en Baleares, por ejemplo. Otro dato clave: Salario medio en Baleares en 2019: 1.940 euros. En España: 1.982 euros. Es muy evidente que en 2019 ya no éramos la «comunidad rica, o acomodada» que nos creíamos ser (y que hasta el año 2000 habíamos sido).

Otra cifra esencial para entender estos 20 años: hemos pasado de 800.000 habitantes a 1.200.000. Ahora que se habla tanto de la España vaciada, vemos que nosotros somos los campeones de la que se llena. Pero es evidente que no es para bien. En las Baleares la mayoría de la gente cada vez vive peor y por tanto la mayoría de empresas que dependen del mercado local también cada vez viven peor. Menos las turísticas, a ellas el 2019 les fue entre muy bien y extraordinariamente bien. Como siempre. 50 o 60 años encadenado éxitos (con alguna pequeña excepción, evidentemente; pero pequeña).

Si todos estos indicadores ya de por sí resultan muy preocupantes, lo peor de todo es que la tendencia (con datos de la Fundació Impulsa) es a que van a seguir empeorando. Por no hablar de si el cambio climático empieza a acelerar los desastres o de si llega otra pandemia (contando con que esta se va de una vez). Por tanto, hablaremos de la insularidad, un inmenso problema, pero es inevitable asociarla a un problema mayor: el modelo económico.

Al hablar de insularidad resulta muy evidente explicar que cuesta más importar y exportar. No haría falta añadir casi nada más, podríamos contar que se «compensa/subvenciona» el transporte de mercancías (entre un 10 y un 15% del coste), pero que eso es poco y que todo sigue siendo bastante más caro y complicado. Por tanto, es bastante más difícil trabajar en las islas que en la península y a una empresa de Baleares le cuesta mucho más crecer y ser competitiva, por costes, por economías de escala, y por acceso a mercados y a infraestructuras. Superar todos esos hándicaps es una heroicidad. En la península es mucho más fácil ser un héroe.

Pero el principal problema no es la insularidad (aunque es evidente que el Estado no resuelve suficientemente los sobrecostes que representa, cosa que debería hacer para garantizar la igualdad de oportunidades). El principal problema es que a este hecho le añadimos un modelo económico que desde hace ya 20 o 25 años ha roto todos los equilibrios a favor del turismo y la masificación y desde entonces: cuántos más turistas vienen, más pobres somos. «Vivimos del turismo», nos dicen, y ese es el mantra desde hace décadas, pero no es correcto: Unos han vivido muy bien, extraordinariamente bien, del turismo (con el permiso de la covid). Otros, sí: ellos viven del turismo. Pero la gran mayoría «malviven» del turismo. Y para otros, los problemas empiezan a superar los beneficios.

El modelo turístico actual no crea suficiente valor añadido, redistribuye mal la riqueza y empatiza poco con el resto de sociedad, mientras demanda de muchos recursos públicos desde la promoción, a las infraestructuras, recientemente a los ERTE, y siempre a los fijos discontinuos; una figura poco «productiva» y por tanto muy costosa para las arcas públicas. En el 2019, de promedio, el 15% de trabajadores de las islas, 60.000, eran fijos discontinuos (cuando en España la media era del 2,5%). Y en Menorca, Ibiza y Formentera este efecto todavía es más grave porque la temporada turística allí es todavía más corta. Tenemos demasiada gente que trabaja pocos meses, tenemos demasiados trabajadores pobres y tenemos, sobre todo, una economía que cada vez genera más desigualdades y donde no para de reducirse el bienestar. Durante décadas «hemos» apostado prácticamente todo al turismo y «hemos» dejado muy abandonados a los sectores productivos. Ahora las cifras demuestran que nos «hemos» equivocado y aunque en los últimos años se han intentado hacer algunos cambios, es evidente que resultan insuficientes.

Ps: la covid no ha hecho sino empeorar mucho todos los indicadores anteriormente citados.

(*) Extracto de la intervención en la Comisión de despoblación, reto demográfico e insularidad del Senado.