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Ramón Aguiló

Escrito sin red | La felicitación Real

Se hizo pública la pasada semana la felicitación navideña de la Familia Real. Consiste en una foto de la familia que, en el reverso, lleva impresa la felicitación de la Navidad y Año Nuevo, en castellano e inglés y, escrito a mano, todo el afecto y mejores deseos con las firmas de los cuatro; seguidas con la R mayúscula las de Felipe y Letizia; y seguidas las de Leonor y Sofía de sus títulos de Princesa de Asturias y de Infanta de España, respectivamente.

La foto, como era de esperar, ha circulado profusamente por las redes, incluyendo memes de todo tipo. Las más sarcásticas han incluido alusiones nada complacientes y de dudoso gusto, como recrear la foto con las imágenes de Bárbara Rey y Corinna Larsen flanqueando a Felipe y a Letizia. Las más crueles se han centrado en Letizia a la que han transformado en un cyborg al estilo del T-800 encarnado por Arnold Schwarzenegger. La consecuencia más directa de la foto ha sido el agotamiento del stock de existencias de la americana-abrigo de Mango, hecha a base de fibras sostenibles, que da cuenta del compromiso de la reina consorte con el medio ambiente, como es obligado.

Una primera sorpresa, observando el reverso, es la utilización de la lengua inglesa. No atisbo a esclarecer la motivación de dirigirse a los españoles en una lengua ajena, por mucho que el inglés se haya convertido en la lengua franca que se utiliza en todo el mundo. El artículo 3.1 de la Constitución define al castellano como la lengua española como la lengua oficial del Estado. El apartado 2 del mismo artículo dice que las demás lenguas españolas serán oficiales en las respectivas comunidades autónomas. Tanto el Rey como Leonor han dado muestras en otras ocasiones de hablar en un catalán más que aceptable. Otra cosa es hacer lo mismo con el euskera o con el gallego. Pero parece claro que ha existido una voluntad clara desde la jefatura del Estado de concordar con el apartado 3, que señala a esas lenguas como objeto de especial respeto y protección. Es en esta ocasión, en que vamos a celebrar las fiestas en un clima tan diferente al de otros años antes de la pandemia, en el que la nueva variante del coronavirus, ómicron, se está expandiendo de forma imparable; en la que, más que nunca, habrá que tomar precauciones en la forma en que podamos compartir comidas y cenas con nuestros familiares; es cuando necesitaríamos un mensaje de cercanía y proximidad, el que elige como vía más adecuada la lengua que comparte oficialidad con el castellano en Galicia, País Vasco, Cataluña, Valencia y Baleares. No ha sido así. Ha sido en inglés y no sabemos por qué.

Pero, obviemos la cuestión lingüística, tan conflictiva y tan sometida a las presiones políticas, como se ha puesto en evidencia en el caso del chaval de cinco años de Canet de Mar, en el que se ha demostrado el nulo respeto a las leyes de los aliados de Sánchez, que quieren blindar la inmersión lingüística como fase irrenunciable para su proyecto político independentista. Volvamos a la foto. Felipe, de pie, se inclina levemente hacia adelante, hacia sus hijas. Parece que nos está indicando que el futuro son sus hijas. Sofía ante su padre; Leonor ante su madre. Las dos con melena rubia y lacia. Están destinadas a figurar en papel cuché. No sabemos aún si los roles a los que parecen destinadas van a hacer de ellas personas felices. Leonor podría ser reina, como Isabel de Inglaterra; quisiéramos que Sofía fuera más feliz que Margarita, la hermana de Isabel. Leonor parece acusar la tremenda presión de encarnar la sucesión futura de su padre. Es visible su permanente esfuerzo para quedar bien, de tal forma que esa tensión se refleja en una cierta rigidez y falta de desenvoltura en su lenguaje corporal. Su gusto por los colores pastel, que no sabemos si son propios o inducidos por su madre, le confieren un aire muy femenino, evanescente, un tanto almibarado. Sofía, quizá por su mucha menor presión, tiene un aspecto más normal, más natural. Mientras Leonor parece destinada a levitar, Sofía reclama ser parte del mundo.

Felipe no es el mismo que asumió el trono en 2014. Los avatares que ha sufrido desde entonces, especialmente desde 2017, en Cataluña, con su discurso del 3 de octubre le han cambiado. Si Juan Carlos I se consolidó el 23 de febrero de 1981, Felipe adquirió gravedad simbólica aquel 3 de octubre. En su juventud parecía que iba a heredar la altivez de su madre. Desde su matrimonio y de su condición de padre, ha evolucionado de forma positiva, sólo salpicado por puntuales desavenencias con Letizia y algunas amistades no recomendables (los compiyoguis). Merced a un esfuerzo notable y a la ayuda de Letizia ha conseguido transitar desde la distancia de un privilegiado a la cercanía que puede despertar quien ha sufrido en sus carnes los embates del hundimiento familiar. Nadie le había advertido en su juventud de que su tarea sería difícil y llena de dificultades; y nadie le puede asegurar que los escándalos y delitos económicos de su padre no vayan a dañar de forma irreversible su futuro como rey y el de su hija Leonor como reina. Pero lo que nadie puede cuestionar es su voluntad de recuperar el prestigio de la monarquía y de servir al país. Pelo y barba canos, mirada amable, sonrisa relajada, Felipe se reivindica.

Dejo lo último para Letizia, porque es su mirada la que me ha obligado a escribir este artículo. Es una mirada inquietante por penetrante, nos perfora. Hay gente que dice que ella querría pasar desapercibida. Es imposible. Su rostro de ahora, tan diferente al de una muy lejana presentadora de televisión, esculpido a fuerza de bisturí, parece haber sido diseñado por ella misma al mando de una impresora 3D, para hacerlo más coincidente con sus pulsiones más dominantes. Su sonrisa dentada puede confundirse con la amenaza de una pantera. Sus cejas, que vuelan desde el nacimiento de la nariz hasta las sienes, ofrecen el espectáculo de un entrecejo siempre fruncido e inquisitivo. Sus ojos se clavan en nosotros como los de una de las Erinias, esas que nacieron de la tierra fecundada por las gotas de sangre que cayeron de Urano al ser mutilado; y no piden, exigen sumisión y acatamiento. Letizia es la voluntad de poder. Molts d’anys!

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