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Bofetada de Chile a la derecha española

Santiago Abascal y Pablo Casado flirtearon con el candidato José Antonio Kast y se han encontrado con la victoria de Gabriel Boric

El presidente electo de Chile, Gabriel Boric.

La impresionante victoria de Gabriel Boric en las elecciones de Chile, con un aplastante 55% de los votos, es mucho más que un mero resultado local, y tiene consecuencias directas sobre América Latina pero también sobre la política española. Los mensajes que envía Chile al mundo son múltiples y transformadores, y por eso ya han empezado a ser minimizados por los que aquí han quedado señalados.

1. Las movilizaciones, bien canalizadas, son transformadoras y las reformas son posibles. Gabriel Boric era en 2011 el líder de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile en una revuelta estudiantil inspirada en parte en el 15-M español, pero que supo madurar y evolucionar en un movimiento político, que acompañó a las protestas de 2019 y a la repulsa por la violencia policial que indignó a Chile y dio la vuelta al mundo por su brutalidad. De aquel terremoto social y político viene la victoria de Boric, que llega con el compromiso ineludible de una reforma profunda de la Constitución. El mérito de Boric es haber conseguido transformar la energía y la rabia de 2011 y 2019 en un movimiento con suficiente fuerza como para modificar de raíz la Constitución chilena. La comparación con España es sangrante: mientras en Chile la izquierda ha triunfado, aquí Pablo Iglesias ha tenido que abandonar la política perseguido por la extrema derecha política y mediática. Y mientras en España la Constitución es una especie de texto sagrado ridículamente intocable, en Chile se reformará en profundidad.

2. Se puede romper con el pasado. Boric no le ha ganado las elecciones a un conservador cualquiera sino a José A. Kast, un peligroso populista de extrema derecha, que encima había eludido denunciar explícitamente la sangrante dictadura de Pinochet. En estas elecciones Chile se jugaba también avalar su pasado criminal o condenarlo: el hecho de que Kast haya sido derrotado permite la ruptura definitiva con el pasado siniestro de Pinochet, que en Chile es una figura blanqueada por un sector de la sociedad, como sucede con Franco en España. No es casualidad que, hace escasos meses, Kast se reuniera con Abascal, el líder de Vox, en Santiago, ni tampoco que Pablo Casado, en su visita reciente a Chile, dijera, en referencia a Boric, que «preocupa mucho la posible deriva chilena hacia posiciones que en España ya conocemos, como Podemos». Es decir, que Abascal y Casado han sido también derrotados en Chile, no solo por sus patosos movimientos previos sino también por sus tesis sobre la memoria histórica.

3. La derrota del neoliberalismo. En la victoria de Boric hay mucho más que un simple giro a la izquierda. En su programa, y en sus discursos de campaña, hay un sistemático ataque a las reformas neoliberales que han marcado la agenda chilena en la última década de gobiernos conservadores. Boric, que ha arrasado con más del 70% de los votos en algunos barrios pobres, ha prometido que reestatalizará muchos servicios básicos privatizados, como por ejemplo el del agua, reconocido incluso como un bien privado en la Constitución de 1980. Chile, a pesar de tener el segundo PIB más alto de los países más poblados de América Latina por detrás de Uruguay, ha dicho un basta sonoro a la desigualdad y a la privatización. En España, el PP de Casado y especialmente de Ayuso basa su discurso en la ineficiencia de los servicios públicos y en que lo único que funciona es el sector privado. Esta tesis también ha sido derrotada en Chile.

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