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Miguel Vicents

Suspenso en Geografía

El mundo es cada vez más pequeño, pero el conocimiento de nuestra realidad más cercana se aleja cada vez más de los jóvenes. Un estudio publicado esta semana por la UIB así lo ha constatado, tras solicitar a 285 alumnos de sexto de primaria de centros públicos y concertados que elaboraran un mapa de Balears de memoria, con todos los topónimos que fueran capaces de situar. No se imaginan el resultado. El archipiélago afortunadamente no perdió ninguna isla mayor, pero Mallorca quedó reducida a tres ciudades, Palma, Inca y Manacor, dos bahías, una montaña, ningún cauce y algún núcleo turístico desordenado. Y eso que a los estudiantes no se les planteó como hipótesis un desastre nuclear o el impacto de un gran meteorito sobre la isla. Pero la prueba puso de relieve las enormes lagunas de esa etapa educativa en Balears, carencias sobre el conocimiento del entorno más cercano que creíamos superadas.

Aunque muchos padres, docentes y algún ministro del ramo todavía se pregunten para qué, quizá ejercitar la memoria en la escuela no sea una práctica tan perversa, si al menos con eso se consigue que los estudiantes sean capaces de nombrar e identificar algo tan básico como el paisaje que les rodea, poner nombre a los árboles, a las flores y a las aves de su entorno, distinguir las montañas y el litoral, las ciudades, los pueblos y las calles. Y hacerlo en su propia lengua, que también sirve para eso, además de para hacer política. Porque, como tantas veces se repite, lo que no se puede nombrar al final deja de existir.

Los investigadores señalan que esos conocimientos están incluidos en los currículos aprobados. Y que, por tanto, se deberían enseñar. Y denuncian también la cada vez mayor ausencia de mapas en los libros de texto, ahora que ya hemos tirado los atlas ilustrados a la basura y solo nos queda Google Maps.

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