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Jorge Fauró

Arenas movedizas | No traten de entenderlo

Un congresista pide munición a Santa Claus después de un tiroteo en un colegio, un obispo asegura tener la ‘cura’ contra la homosexualidad y continúan muriendo antivacunas mientras cabalgamos sobre una ola tras otra. Hay cerebros que ninguna ciencia es capaz de comprender

Un congresista de EEUU, el republicano Thomas Massie, colgó días atrás en Twitter una imagen familiar ante el árbol de navidad. Satisfechos en su estampa de fotografía destinada al aparador de la sala de estar, Massie y los suyos aparecen felices de su way of life, posando ante el fotógrafo armados con una ametralladora M60, un rifle semiautomático AR-15 y una metralleta Thompson. En el centro de la imagen, sentada junto a los dos adultos, la niña de la casa, que por su aspecto parece menor de edad, sostiene su semiautomática, exultante tras recibir el primer regalo posterior al thanksgiving. Sobre el posado, Massie publica un texto desafortunado y obsceno: «¡Feliz Navidad! PD. Santa, por favor, trae munición». Días antes, un joven de 15 años había matado a cuatro compañeros de instituto con la pistola que sus padres le habían regalado por navidad.

Hay cerebros en que ni la psiquiatría ni el psicoanálisis son capaces de adentrarse y comprender el comportamiento de sus inquilinos. Hay personas así, cuya mentalidad escapa a la racionalidad de la ciencia y no puede atribuirse únicamente al entorno y a la cultura de un país.

En otra época, gente como Massie mandaba a la hoguera a quienes osaban decir que la tierra era redonda o ponían en duda la existencia de Dios. Y sin embargo, tengo la esperanza de que hoy no lo harían, y que personas como el congresista de Kentucky jamás habrían resuelto un posado semejante si se hubieran formado en una sociedad menos violenta y más culta y avanzada.

Puntualicemos. Ni Massie ni ningún miembro de su familia han apretado el gatillo de su metralleta contra otro igual; nada tienen que ver con la muerte de esos adolescentes de Michigan, al igual que gente tan respetable no intervino directamente en los tiroteos de Columbine o en la masacre de la escuela primaria Sandy Hook, pero en su displicencia aparejan el pecado y no hay esperanza de que vayan a deponer su postura y aplacar la ira del próximo muchacho picado de acné que entone los aleluyas del crimen en un instituto.

Ya que hay representantes públicos sin opinión de ida y vuelta, solo de ida, asusta comprobar cómo a muchos de estos sanchopancistas los tenemos al lado de casa. La diócesis de Orihuela-Alicante acaba de nombrar nuevo obispo. Se trata de José Ignacio Munilla, hasta ahora mitrado en San Sebastián. Tan moderno para unas cosas -tiene su propia página web, donde pueden encontrarse conferencias, homilías, y un blog personal- como ultraconservador para otras, además de homófobo y antifeminista. Durante años, el obispo ha tenido tiempo de corregir su discurso. De callarlo, incluso. O de sumarse a la normalidad con que trata de presentar a las parejas homosexuales el papa Francisco, al que hay que aplaudir que estos avances puedan influir en los feligreses menos tolerantes.

No hay que irse a Kentucky. Dice Munilla que la homosexualidad es «una enfermedad» que se puede curar con «terapias» y a la que se llega «a través de la pornografía» (?). Para ejemplo, estas perlas: «¿Les parece políticamente correcto operar a una persona para cambiarle su sexo y les parece políticamente incorrecto hacer una terapia para orientar correctamente su tendencia sexual? (...) Muchas veces uno llega a ser homosexual porque a base de, una forma brutal, haber buscado unos actos, eso le ha acabado haciendo homosexual. A veces no es el ladrón el que hace el robo, sino el robo el que hace al ladrón».

Los delitos de odio en España han crecido este año un 9,3 por ciento, especialmente las agresiones hacia el colectivo homosexual, 282 en 2020 (último ejercicio del que se disponen datos) relacionados con la orientación sexual o la identidad de género. 2.500 se han producido desde 2013, en que este tipo de delitos comenzó a contabilizarse. Munilla está a punto de estrenar diócesis si nadie lo impide.

El cerebro es un extraño artilugio dentro de una cabeza. Mientras cabalgamos sobre una ola tras otra de la pandemia, continúan muriendo antivacunas y personas que jamás osaron plantar cara al virus, gente dispuesta a enseñar el pasaporte covid allá donde se les requiera y desoyendo a quienes emplean su popularidad para aconsejar lo contrario. No traten de entenderlos. Ni a los negacionistas ni al tipo de Kentucky ni al obispo de Alicante. Las armerías de la inconsciencia están más que repletas. Querido Santa: no traigas más munición.

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