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Hoja de calendario | La influencia global

La Unión Europea, animada por el cambio de signo ideológico del gobierno alemán, está tratando de recuperar la iniciativa global, que en realidad nunca tuvo más allá de unos muy discretos escarceos, y de combatir la onda expansiva de la Ruta de la Seda que ha armado China, un intento hegemónico de influir en todo el orbe mediante ayudas y créditos a bajo interés que creen una amplia red clientelar.

La idea, que está siendo alentada por von del Leyen y por Borrell, es magnífica, y debería combinarse con la de una cierta autosuficiencia militar en el seno de la OTAN pero con claves propiamente europeas. Pero no parece muy fácil que los líderes europeos, acostumbrados a mirar hacia el suelo, alcen la vista para llegar a entender esta proyección internacional que se espera de ellos, y que ha de ser previa a la conversión de la UE en gran potencia, económica pero también política.

El hecho de que la UE, tan cerca de África, haya sido incapaz de entender que era preciso que el continente africano se vacunara al mismo ritmo que Europa si no se quería correr riesgos inútiles, demuestra lo limitado de las fuerzas de Bruselas, la cortedad de miras de sus altos funcionarios y el nulo interés de los propios líderes de los países comunitarios por instalar a sus Estados en un marco de influencia global.

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