Ll 2022 la Conselleria de Agricultura, Pesca y Alimentación, junto al FOGAIBA y SEMILLA, gestionará 184,8 millones de euros, un 13% más que 2021. Una cifra nada despreciable y que demuestra la voluntad del Govern de apostar por el sector primario y agroalimentario de estas islas. Siendo así, no puedo dejar pasar la oportunidad para trasladar unas reflexiones pensando en el futuro.

Uno de los objetivos que nos planteamos al asumir la legislatura fue construir una administración agraria moderna, innovadora y al servicio del sector. Pasar de una administración agraria reactiva a una proactiva. Pasar de una administración agraria centrada en el control a una administración agraria centrada en el apoyo a la producción. Este es el objetivo más complejo de todos los que nos marcamos hace ya dos años y medio.

La Conselleria de Agricultura, Pesca y Alimentación gestiona cerca de 50 millones de euros de fondos europeos todos los años y que exigen no solo convocatorias y resoluciones sino también controles y auditorías de diverso tipo. El año 2022 será la antesala para la aplicación de la nueva PAC. Una PAC mucho más exigente con aspectos ambientales, económicos y sociales, y que exigirá un esfuerzo muy grande de implementación. Además, el sector deberá prepararse para afrontar la Estrategia europea De la granja a la mesa. Afrontaremos la ejecución del Plan de Regadíos financiado en parte con los Fondos Next Generation, y el desarrollo de otros Planes Sectoriales que se han ido impulsando.

La realidad agroalimentaria, y los retos de una Conselleria que quiere estar volcada en el servicio al sector, exige tomar conciencia de algunas claves que deberemos plantearnos en el corto o medio plazo. En primer lugar, el conjunto de la sociedad, el sector agrario y el conjunto del Govern tendremos que asumir la necesidad de una mayor dotación de personal de la que en este momento tenemos. Detrás de cada nuevo reto que proyectamos, debemos contar con equipo humano para impulsarlo. En segundo lugar, el conjunto de la administración pública, y por supuesto también la administración agraria, debería incorporar como planteamiento la necesidad de retener y captar capital humano técnico cualificado y con experiencia. En la Conselleria he conocido a personas de altísimo nivel profesional que son capaces de resolver con mucha eficacia situaciones muy complejas, y que siempre están dispuestas a responder cuando se las necesita. Es deber nuestro reconocer a estas personas y no solo hacerlo en privado, sino también decirlo públicamente cuando toca. También es imprescindible renovar y readecuar los perfiles profesionales que requerimos. En agricultura, no solo necesitamos personas con formación de ingenieros agrónomos o veterinarios. Necesitamos especialistas en economía agraria, en gestión de cooperativas, especialistas en desarrollo rural, juristas o en infraestructuras hidráulicas y de regadío.

Este camino exigirá una nueva estructura de la Conselleria adaptada a las nuevas necesidades. Hace nueve meses acometimos una primera reorganización que fortalecía SEMILLA, como ente dedicado a la investigación, innovación, digitalización y transferencia, y que también fortalecía el servicio de información y control de la cadena alimentaria que debía prepararse para asumir la aplicación de la nueva ley de la cadena alimentaria, pero la reestructuración necesaria deberá ser más profunda.

He dejado para el final la clave del talante dinamizador que desde mi punto de vista tiene o debe tener una parte importante del funcionariado técnico de la Conselleria. Las Administraciones agrarias en todo lugar y contexto son apenas el único reducto que le queda a esa política económica pública keynesiana que se basa en la promoción y el desarrollo. El espíritu que conocimos los que vivimos los últimos estertores de la extensión agraria no es baladí. Cuando se trabaja en el campo, con el campo y para el campo, es imprescindible recuperar esta clave.