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Jose Jaume

Desde el siglo XX | Vox gobernará con el PP o el PP no gobernará

La extrema derecha le espeta al PP que o con ella o no tocará poder.

En Andalucía le ha tumbado los presupuestos. Casado queda enfeudado a Abascal

Pablo Casado y Abascal en el Congreso.

Los dirigentes de la belicosa extrema derecha no ocultan sus intenciones para el futuro ciclo electoral: autonómicas y municipales primero, generales después, con la factible convocatoria adelantada en Andalucía y Castilla-León. Vox quiere estar en los ejecutivos si sus diputados son imprescindibles; concluye la etapa de apoyar al PP y Ciudadanos desde los parlamentos. Quiere gobernar en coalición. Lo hará si hay escaños. El PP no estará en condiciones de rechazar el abrazo del oso que se dispone a propinarle los Abascal, Espinosa de los Monteros, Ortega Smith, Monasterio, Olona, temible y presumible candidata en Andalucía. Ahí es nada, la derecha y la extrema derecha, permeables, coaligadas. España, de cumplirse la predicción, que está en el aire, en línea con los gobiernos «iliberales», por ser suaves al definirlos (los suyo es tildarlos de lo que son: parafascistas nacionalcatólicos), de Polonia y Hungría. Todo eso cuando en Alemania rodará un tripartito de socialdemócratas, verdes y liberales. Los restos perdidos de Ciudadanos pueden mirarse en el espejo de sus colegas germanos: aliados con las izquierdas. Aquí siguen uncidos a la foto de Colón segunda edición: junto a PP y Vox en la manifestación policial en demanda de que no acabe con la impunidad de la que gozan gracias a Mariano Rajoy. Cómo de soliviantadas están las derechas que Pablo Casado anuncia que de reformarse la ley mordaza la llevará al Tribunal Constitucional. Carente de ideas y proyecto, el presidente del PP anda cual pollo descabezado.

Los sondeos privados, cierto que lo empiezan a poner en berlina con más énfasis, anuncian posible mayoría absoluta de PP y Vox para 2023; de darse, el gobierno que se constituirá en las Españas será plato fuerte, problema de envergadura para la Unión Europea (UE), porque Casado, de presidirlo, asunto que también se halla sometido a serio debate en su partido, hay que anticipar, con visos de no errar, que será desbordado rápidamente por los de Vox, que topan en su estrategia con único obstáculo de envergadura: la presidenta de la Comunidad de Madrid Isabel Díaz Ayuso; sus cartas credenciales no desmerecen de las que pueda presentar al electorado cualesquiera de los dirigentes de la extrema derecha. Los medios afines, recalentados, jalean la alternativa, exigen pelea con el Gobierno «socialcomunista» sostenido por «separatistas y herederos de Eta». «Gobierno ilegítimo» salmodian desde el mismo día en que tomó posesión; Gobierno que acaba de aprobar sus segundos Presupuestos, que solidifican la heterogénea mayoría que permitió la investidura de Pedro Sánchez. Las derechas prosiguen con su eterna marcha al pasado: Casado vuelve a reclamar la aplicación del 155 en Cataluña, esta vez un 155 «lingüístico». El Tribunal Supremo haciendo política. Inflamable. Parece que cuando la cohesión independentista se desliza hacia el precipicio aparece ignota fuerza que frena el tortazo. Para la derecha el espantajo catalán, por uno u otro motivo, siempre es bien recibido. La lengua es asunto propicio para que unos y otros la utilicen a destajo. Efectiva arma arrojadiza. Hay nacionalismos que viven de blandirla.

¿Descabalgarán en 2023 a Sánchez? La economía será decisiva. En Cádiz ha habido adelanto de cómo y hasta dónde es susceptible de que se inflame el profundo malestar social existente en España y en Europa. Entran en juego otras variables: la territorial, la emergencia de nuevas plataformas electorales (Yolanda Díaz), la quiebra del sistema institucional. Es mucho lo que se cuece en el magma que pugna por aflorar (analogías servidas por el volcán de La Palma), que inevitablemente acabará por emerger. Se desconoce lo que se llevará por delante y a quiénes de los muchos aprendices de brujo.

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