La denuncia es la conexión de la víctima con el sistema. En ese instante «crítico» se activa la maquinaria de la Administración. Proceso del que hay mucho por mejorar.

Del mismo modo que el Ministerio de Justicia creó los juzgados de violencia de género, habría que extrapolar esa especialización a todo el espectro oficial.

Seis vocablos que empiezan por la letra ‘Pe’ ilustran la esfera de la violencia de género; Poca, Policía, Protección, Prevención material, Posteriori y Pre agresión. Posteriori señala cuando se activan los cuatro primeros.

El sexto y más importante concepto ‘PRE’ agresión, es el que más dificultades plantea, ya que se trata de combatir probabilidades, no es el objeto de este artículo, que se centra en la agresión consumada y la respuesta del Sistema, con ánimo de mejorarla.

La dispersión de esfuerzos institucionales es una constante en la lucha contra la violencia de género. Si se quiere actuar de forma sinérgica y sustancial sobre las víctimas de VG, planteo una visión, compleja pero no imposible. Aunque utópica y que, en contraposición a la apreciación de las víctimas, probablemente será el hazmerreír de muchos técnicos y políticos si la llegan a leer.

El auténtico escollo ‘oculto’ para descalificarla sería que la mejora funcional del servicio representaría perder visibilidad orgánica, y eso significa falta de rentabilidad política individualizada de todos los actores.

Para rechazar abiertamente el proyecto, el principal argumento ‘visible’ sería el económico, que, en Mad Men, Don Draper lo rebatiría diciendo «No es una mentira, es ineptitud con una tapadera insuficiente».

En concreto la propuesta consiste en habilitar en cada partido judicial un edificio integral para el tratamiento global de la violencia de género, agresiones sexuales y menores. Concentrando en un mismo espacio exclusivo todos los servicios afectados por la VG, es decir, policiales, sociales y jurídicos. Exceptuando los policiales que tienen que ver con la autoría de los delitos, los cuales deberían seguir los itinerarios habituales alejados de este espacio específico.

Se transformaría en una interpretación del concepto de ‘ventanilla única’, que conjugaría durante las 24 horas del día el circuito de la violencia de género con amplitud de miras.

Todas las personas que trabajaran lo harían exclusivamente en este ámbito. Alta especialización y sensibilización. Desde los agentes de seguridad y recepción, hasta el personal judicial. Buscaría la respuesta cohesionada facilitando la atención integral y evitando duplicidades.

Se ubicaría en las cercanías de un PAC, con representación del IBD, Unidades de Valoración Forense, Oficina de Atención a las Víctimas del Delito, equipos policiales especializados, acceso a intérpretes, trabajadores sociales, técnicas de acompañamiento, servicios sociales, de orientación, psicólogos, fiscales, juzgados y jueces de VG. Trabajando en dependencias apropiadas y con los recursos precisos, gestionando la infraestructura del edificio un equipo ad hoc.

Contaría con sala de recepción y espera confortables, oficinas de denuncias independientes, habitación de reposo con cuna incluida, para atender indisposiciones puntuales de denunciantes, espacio de juegos e infraestructura para poder dar una alimentación básica, kits de higiene infantil, etc. Vehículos preparados para hacer traslados con cochecitos, sillas infantiles, etc. Personal de mayordomía para tareas generales, agentes de refuerzo, zona de seguridad para detenidos en tránsito y zona de aparcamiento para denunciantes.

Al celebrarse las vistas en el mismo edificio, habría un circuito independiente para acusados y/o testigos. Este edificio no tendría cariz preventivo, pero las mujeres se sentirían reconfortadas porque el Sistema las contemplaría especialmente. Aspecto clave para iniciar su recuperación y sentirse acompañada en su lucha.

La mejora de las condiciones de trabajo de los profesionales redundaría en una mayor calidad del servicio. La cercanía laboral les haría avanzar en una visión funcional compartida.

La intangibilidad de la prevención no puede enmascarar la mejora de la respuesta a las víctimas. Hay que ponerles cara, escuchar sus necesidades y avanzar en la empatía de género.