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JOrge Dezcallar

Son seres humanos

Como usted y como yo, solo que han tenido menos suerte en la vida y han ido a nacer en el lugar equivocado en un momento inoportuno. Me refiero a los migrantes bloqueados con un frío pelón entre la frontera de Bielorrusia y de Polonia. Me avergüenza escribir hoy sobre ellos porque lo han pasado muy mal, porque lo que sucede dice muy poco de nuestro mundo, porque me indigna que estas cosas puedan suceder en la «civilizada» Europa y porque a fin de cuentas podríamos ser usted o yo los que un día estuviésemos en una situación similar. ¿No lo estuvieron acaso nuestros abuelos cuando en los primeros meses de 1939 atravesaron los Pirineos nevados en condiciones lastimosas y fueron internados en campos de concentración por nuestros vecinos franceses? Hagan memoria porque no hace tanto tiempo y duele ver que siguen pasando cosas parecidas.

No se sabe con exactitud cuántos eran porque en Bielorrusia no hay libertad de prensa ni de información y en Polonia tampoco dejaban que los periodistas se acercasen a la frontera. Varios miles. Llegaron a Minsk en avión desde Siria y desde Irak con un pasaje solo de ida y se dice que «invitados» por el gobierno bielorruso, que luego les llevó en autobuses hasta la frontera con Polonia donde les abandonó después de darles cizallas para cortar las alambradas. Al parecer el gobierno de Lukashenko pretendería vengarse de esta manera de las sanciones que le ha impuesto la Unión Europea después del pucherazo de las últimas elecciones donde fue reelegido sin oposición (está en el machito desde 1994) después de encarcelar u obligar a exiliarse a los demás candidatos. Por eso y por otros méritos parecidos es conocido como «el último dictador de Europa», un sobreviviente del comunismo soviético que no ha sido capaz o no ha querido camuflarse como han hecho tantos otros que disimulan su carácter totalitario. Al final la presión internacional le ha obligado a desistir de este salvajada.

Esta vez las cifras han sido menores que las de 2015 cuando un millón de refugiados de Siria llegaron a Alemania donde Merkel les brindó una acogida generosa que llevó votos a los partidos de extrema derecha de toda Europa y dio alas al Brexit. Tampoco las cifras se acercan al drama actual de los afganos, o de los rohingya expulsados de Myanmar hacia Bangladesh. Los de Bielorrusia son menos y no parecen ser refugiados que huyen de situaciones calamitosas (aunque en el caso de Siria eso es muy discutible) y en consecuencia no reúnen en principio las condiciones necesarias para solicitar asilo. Son migrantes económicos que buscan un futuro mejor y en ese sentido se parecen a los centroamericanos que tratan de entrar en los EE UU sin que ni Trump ni Biden se lo permitan. Pero a diferencia de ellos, estas pobres gentes ahuyentadas por los polacos con chorros de agua gélida, no constituyen un problema migratorio sino que son simples peones en una despreciable pugna política en la que una de las partes los utiliza como instrumento de presión. Y ha habido muertos. Es lo mismo que hizo Marruecos cuando lanzó hacia Ceuta hace unos meses a casi 10.000 de sus ciudadanos, muchos de ellos menores. Bastantes de ellos siguen en la ciudad española, se niegan a regresar a Marruecos y supongo que deben tener buenas razones para ello.

Europa carece de muchas cosas porque se ha ido haciendo sobre la marcha y de hecho Monnet y Schumann nunca pensaron que llegaría a ser lo que la Unión Europea es hoy. Por eso no hicieron un mapa de ruta y por eso a veces da la impresión de que hemos empezado la casa por el tejado, que es lo que en realidad hemos hecho. El caso es que no tenemos una política migratoria común porque los pases del norte han sido siempre muy poco solidarios con los del sur, sobre los que hasta ahora ha recaído en mayor medida el problema migratorio: Grecia, Italia y España. Quizás lo que ahora ocurre haga recapacitar al gobierno ultraderechista de Polonia y a otros y nos ayude a diseñar políticas comunes de inmigración y asilo. Las necesitamos porque utilizar obscenamente carne humana al servicio de objetivos políticos parece estar poniéndose de moda. Para vergüenza del mundo que hemos construido.

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