Estos días asistimos a un perturbador fenómeno bélico, la llamada «guerra híbrida». Es la forma en que la prensa internacional se refiere al uso de migrantes desesperados enviados por Bielorrusia a las fronteras polacas mediante falsas promesas como venganza por las sanciones de la comunidad europea.

El término se originó en los estudios del teniente de la reserva del cuerpo de Infantería de Marina estadounidense Frank Hoffman. Su propósito fue llamar la atención ante lo que percibía como una excesiva fascinación estadounidense por las soluciones exclusivamente tecnológicas a los desafíos estratégicos de un enemigo irregular.

Independientemente a las cuestiones políticas, militares y éticas subyace en este acontecimiento un fenómeno psicológico presente en una enorme variedad de interacciones sociales.

Se trata, en esencia, de reconocer en otro ser humano la condición de sujeto con deseos, sentimientos y necesidades propios, o por el contrario considerarlo como objeto.

Con la intención de poner en evidencia el mecanismo psíquico haré un tránsito por cinco escenas sociales en las que, pese a ser completamente dispares, está en juego el denominador común del reconocimiento o negación de la subjetividad del otro.

El primero es que los historiadores consideran que para los romanos los esclavos, que eran parte esencial del funcionamiento de su sistema, tenían, a todos los efectos, la misma categoría que los animales domésticos. Incluso era así con los esclavos griegos que eran más educados y alfabetizados que ellos mismos y estaban encargados de la educación de los hijos de los amos.

El segundo nos lo proporciona con frecuencia la educación de niños prodigio del deporte o de la música pues como es sabido muchas veces implica el precio de no haber tenido infancia. La presión de las aspiraciones de padres que impusieron sus propios deseos por sobre las necesidades subjetivas del niño suele estar en el origen.

El tercer ejemplo se encuentra en el amor y la sexualidad. La deriva hacia ignorar la subjetividad del otro está en juego tanto en la idealización del enamoramiento como en la posesividad, los celos, el acoso, la violación o el extremo del crimen pasional. 'La maté porque era mía', es el título de una película francesa de 1983 dirigida por Patrice Leconte.

Por eso el aspecto más universal y trascendente de la lucha por los derechos de la mujer pasa, en esencia, por el reconocimiento de la existencia de su propia intencionalidad que es lo que define a un sujeto. La polémica sobre el trato de la mujer como «objeto sexual» no condena, o no debería condenar, el deseo sexual del hombre hacia la mujer sino la negación de su mundo subjetivo, sus opiniones y deseos.

El cuarto ejemplo en que se pone en evidencia la pérdida de la condición de sujeto se encuentra en los sistemas monárquicos. A pesar de los privilegios que supone ser investido como portador de la corona, se paga el precio de la renuncia del soberano a su libre albedrío.

Para este caso recuerdo siempre la definición de Jorge Luís Borges «Un rey es alguien que acepta su destino», lo que en la reflexión que nos ocupa significa la renuncia a ser sujeto de la propia vida y vivir como un objeto de las necesidades y deseos de los demás.

No deja de ser una ironía que la expresión «Vivir como un príncipe» se utilice como una condición afortunada cuando en realidad esconde la condición de un esclavo. Una cárcel no lo es menos por ser de oro.

El último e insólito ejemplo lo proporciona la facultad del imaginario social para negar la condición de sujeto a personas o grupos humanos tanto como atribuirla caprichosamente. Para este mes se espera que llegue al Consejo de Ministros en primera vuelta el proyecto de ley de protección animal que deberá pasar por la tramitación primero de las instancias del Gobierno, y después parlamentario. El Ejecutivo espera que entre en vigor antes del año 2023. Para adoptar una mascota habrá que pasar una serie de evaluaciones que incluirán un curso de formación. La consecuencia de este tema no tiene horizonte visible pues pueden comprometer el destino de la humanidad. Los avances de la farmacología dependen fuertemente de la experimentación en animales y la cirugía de reemplazo de órganos que salva millones de vidas se basa, en el uso de órganos animales como en el caso del reemplazo de válvulas cardíacas humanas por las de cerdo. Nos horroriza que se maten perros para comer, como en el caso de países asiáticos, porque en nuestra cultura les atribuimos estatus de sujetos.

El filósofo inglés del siglo XXVIII Jeremy Bentham expresó el poder ilimitado de la sociedad a atribuir interioridad en una frase. «…¿Por qué la ley debería negar su protección a cualquier ser sensible?… llegará un momento en que la humanidad extenderá su manto sobre todo lo que respira…».

Lo que no dijo el bien intencionado Bentham es que la humanidad también puede quitar ese manto a sí misma.

La «guerra híbrida» que está utilizando Bielorrusia, trasladando masas humanas a las fronteras de Europa como simple estrategia política no parece perturbar a sus autores.

Simplemente porque, para ellos, esos seres humanos son objetos y no sujetos.