En innegable que nos comunicamos de otra manera, nos comunicamos constantemente y de manera rápida, a través de pantallas que actúan de escudo y donde la comunicación no verbal no existe.

Ya no hay espacio para tertulias, para sobremesas, espacios de reunión alrededor de una mesa, con familia, amigos. Tardes de juegos de cartas, ajedrez y backgammon en el bar. Tardes de compartir el día y conversar. Adultos contando historias y niños escuchando.

Antes se hablaba, se hablaba todo el rato, para entretener, para enseñar, para entenderse.

La palabra, cuánto poder tenía, más que una firma.

Hoy en día formamos parte de una sociedad en la que apenas se habla, la forma de comunicarse ha cambiado, aunque estamos constantemente conectados e informados de manera artificial.

Una sociedad que ya no sabe mirar a los ojos y mantener una conversación, jóvenes que no se atreven a realizar una llamada. No nos atrevemos a hablar, a mirar, a escucharnos. No tenemos tiempo y si alguien se alarga contando historias, es tachado de pesado contando batallitas. No tenemos tiempo, pero mandamos audios de 5 minutos mientras hacemos otra cosa y el receptor al recibirlo piensa que es un monologo, así que le da al x 2 y lo escucha rápido, irreal, artificial, donde se esconde un no tengo tiempo de escucharte, no me interesa lo que digas, al final es un no me interesas.

¿Creemos que este cambio no va a pasar factura? Cada vez los niños tardan más en hablar, cada vez más trastornos del lenguaje. Aprendemos a través de la imitación, así que difícilmente verán cómo se articulan los labios a través de las mascarillas que dificultan este aprendizaje. Imitarán nuestra comunicación artificial, nuestros audios eternos, donde solo interesa desahogarte y que no te interrumpan. La contestación da igual, es tu derecho.

Así nos plantamos en esta vida que va rápida, donde no podemos parar, no podemos conectar, no podemos pensar, en cuanto te invade la culpa, un sentimiento negativo, la conciencia, cogemos el móvil y entramos y salimos de manera compulsiva en miles de aplicaciones para no conectar y que el dolor nos pueda atravesar. Dame una pantalla y deja que mi mente se apague.

Una sociedad cada más criticona y menos crítica. Una sociedad que no suma, que no aporta, una sociedad de derecho. Confundimos defender con atacar y justificamos cualquier ofensa con una defensa.

Una sociedad del cero esfuerzo, de lo quiero aquí y ahora.

Y sí, aquí estoy, escribiendo, otra forma de comunicarse, donde me quejo y no propongo. Así que no estoy tan alejada de esta sociedad. Tan desconectada y tan contaminada a la vez.

* Trabajadora social