Diario de Mallorca

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Mar Calpena

‘Deeply concerned’

El mundo está muy preocupado. O, como se diría en inglés, deeply concerned, esa expresión que suele aparecer en la boca de los líderes internacionales cuando quieren demostrar que hacen algo por un tema candente. El cambio climático se nos viene encima, pero para que este se pueda revertir a los líderes mundiales reunidos en Glasgow les va a tocar explicar a sus respectivas opiniones públicas (y obligar o persuadir a poderosísimos lobis) de que hay que gastar dinero y hacer cambios estructurales que garanticen que ningún país se quede atrás. No parece un buen augurio que corrieran por la red imágenes del centro de Glasgow lleno de coches oficiales aparcados, o que se supiera que el salmón que se sirvió en la cumbre procedía de una empresa sancionada en múltiples ocasiones por daños medioambientales. La movilidad y la alimentación están en el centro de lo que se va a debatir y decidir en la COP-26, y que ni siquiera de cara a la galería se sea mínimamente coherente con esto es, cuanto menos, un muy mal presagio. Un caso clásico de muchas lágrimas y muy poca vergüenza.

Se repite estos días el sonsonete de que a los ciudadanos no se les puede pedir que vivan peor para salvaguardar el clima o se correrá el riesgo de fracasar. No sé si eso es cierto -¡como si en la calle no sufriéramos ya las olas de calor y los estragos de la contaminación!- pero lo que es indudable es que ya no podemos seguir viviendo igual. Toca centrarnos más en los fines y menos en los medios. La preocupación ya no puede ser si podremos coger el coche para ir al centro o si el aeropuerto debe ampliarse o si podemos comer o no filete cada día, sino cómo garantizamos que personas y mercancías lleguen de la manera más eficiente y menos contaminante a su destino, y que nuestra alimentación sea sana y accesible, pero sin sustentarse en la explotación. Si no somos capaces de imaginar un futuro distinto, no soltaremos nunca el lastre del presente. Y eso sí que ya no tiene vuelta atrás.

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