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Emma Riverola

Carmen Mola a la hoguera

Els tres guanyadors del Premi Planeta Kike Rincon/Europa Press

Me gustan muy poco los tribunales populares. Aún más cuando abusan del verbo inflamado, las antorchas y las hogueras. Que el Premio Planeta haya recaído en tres hombres que firmaban como Carmen Mola ha provocado un rasgado de vestiduras tan descomunal como ese millón de euros de dotación. Puedo entender la ofensa histórica de que, después de siglos de condena al ostracismo creativo de las mujeres, ahora sean tres hombres los que se ocultan bajo un seudónimo femenino para beneficiarse del momento esperanzador que vive la literatura escrita por mujeres. Pero esa estratagema (si fue consciente) también es un motivo de alegría. A ellos les ha salido bien la picaresca. Y, para el feminismo, es la exhibición de un logro. Si ahora los nombres de mujeres venden es porque previamente se han cambiado muchas conciencias. Es desde el activismo, desde la política, desde la creación que se consiguen los progresos sociales. Y solo cuando estos son una realidad consolidada el neoliberalismo se lanza a engullirlos.

Al mercado no le pidamos alma, pero constituye el mejor termómetro social. Una operación comercial es lo que es. Ni compromiso ni reivindicación histórica ni lucha contra el patriarcado. Solo ventas.

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