Diario de Mallorca

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Alex Volney

«Como la Tramuntana que no llega»

Vista de Llafranc, Calella y Cap Roig.

Hay fuerzas invisibles que han sido parte de nuestra educación, a veces sin saberlo. He ido en diversas ocasiones y en muy diferentes circunstancias del país, y en lo personal, de Barcelona a l’Empordà. De muy joven para llegar a la Catalunya Nord, subir a Francia e incluso hasta Brujas, ciudad preciosa. Cuando he tenido conciencia de dónde venimos y cuando no la tenía, pero eso es lo de menos. Incluso en uno de los más emocionantes regresos entré en el Baix Empordà por las Gavarres. Como ustedes saben el Ampurdán vive y respira rodeado por dos fabulosas matas de corcho: Les Gavarres i les Alberes, estas últimas acaban casi besando el mar por el este en la parte más oriental de los Pirineos y cerrando al norte las dos comarcas. Somos hijos, o nietos, de un paisaje y de los vientos que lo limpian o lo azotan. Unas veces con generosidad y otras con cruel saña, como las políticas de Bruselas.

Tanto en autocar, en tren o en coche siempre ha sido una ruta muy emocionante por aquello de ser nieto de la filoxera, que ese es ya otro cuento. A medida que vas subiendo y acercándote a Girona el paisaje se va endulzando y los verdes van cediendo lo más agradable de su tonalidad. Se habrán ido alternando los campos de plátanos, auténticos viveros a ambos lados de los raíles. Luego desde Girona o Figueres debe uno decidir por donde entrar teniendo en cuenta que lo de la sarfa ha ido cambiando mucho.

«Vivir la historia es más difícil que leerla o escribirla». Esta sentencia casi lo resume todo y obviamente es del autor de El Quadern Gris. Es el viaje stendhaliano, la concepción espacio y tiempo de aquel que engaña a la muerte aunque sea con el literario juego del antiintelectual. Es la misma lucha con el tiempo, el recorrido del mismo y su fuerza. A algunos animales, presuntamente racionales, las lluvias nos devuelven los mejores momentos, siempre. Ocho meses de sequía dan para la germinación de muchos micelios narrativos que puede que hayan ido tejiéndose en silencio, como el argumento de una vida o como un futuro que parecía inasequible y lejano. Nunca podré adivinar si aquellos que me acompañaron aquel enero remoto que entramos por las Gavarras, a l’Empordanet, me lo perdonarán algún día; los efectos del iniciático paseo todavía perduran y lo que parecía efímero se volvió duradero, como la cadena de interminables curvas, de sur a norte, amenizadas solamente por las Quercus suber más hermosas.

El agente filoxérico y el mismo corcho, su peculiar olor entrando a Palafrugell, siempre presente en nuestra biografía familiar. Uno intenta saber de donde viene pero se va avanzando en ello a medida que va soltando lastre y cogiendo distancia con la prudencial visión de todo lo recorrido: Ceret, La Vajol, Palafrugell, Palma...y con el gracioso monje Dom Perignon siempre de fondo en el altar de una industria que ha vivido grandes cambios.

Sí, eres hijo o nieto de un paisaje y puedes acabar naciendo en Palma por motivos estrictamente económicos. Tanto los movimientos demográficos como la misma plaga sucedían de norte a sur en el mismo sentido del más fabuloso de los vientos, el mismo que lo ordena y limpia todo, el que llena de optimismo a la gente, obviamente cuando no dura muchos días. Como portentosa fuerza en Solitud de Víctor Català ese aullido mucho más cercano al arte que a la ciencia, a un rojo de sangre en el cielo de Dalí que a un análisis meteorológico coherente. Este viento que azota durante días la Costa Brava y sacude Menorca, suele llegar como una fuente regenerativa a Mallorca. Los profesionales de la tierra lo conocen bien y lo esperan, después de tantos meses de solana y alguna semana eterna de siroco y barro, todavía más. Esas plagas cambiaron para siempre, en sus crisis, el paisaje humano. Lo de las plagas y los virus no es muy diferente en sus consecuencias. El paisaje comercial también va cambiando.

El mismo viento que causa estragos allí, aquí se espera con anhelo. Cuando allí se destruye el huerto o se parte un árbol, aquí se limpia el ambiente y desaparecen ciertos parásitos. Dicen que entra en el Empordà por el Rosselló. Su transparencia lo sitúa en todo el paisaje cuando gobierna, tonifica y es de fabulosa respiración. Esta corriente llega ya endulzada a nuestra isla mientras puede estar tirando a tierra paredes en el Alt o el Baix Empordà. Los silbidos y rugidos de su primer momento hacen desaparecer cualquier nube hasta que no queda una, ni de decoración, en un cielo que se va a transparentar de tal modo que nos aproximará el paisaje al máximo, dejándonos frente a la pura realidad. «El país es el que es». Sí, y aunque formemos parte de un todo, lo que va bien aquí no tiene el mismo resultado allí y viceversa, y aún así el país se ve a menudo azotado por la misma fuerza invisible que con estragos o no, lo regenera o lo arrasa todo. Aquellas y aquellos que ostentan cargos de responsabilidad deberían mostrar algo más de sensibilidad ante estas fuerzas que no se ven pero lo van girando todo.

Por otro lado, sabemos que por desgracia es general en todo el archipiélago, en la península y más allá, pero ajustándonos a lo que afecta a cada sector, y en Mallorca, el pequeño comercio se hunde en su inacabable espera de ese «oxígeno». Esa corriente que dicen ha de llegar con los fondos europeos, casi con el mismo trazado que la Tramuntana.

Sabemos que en otros parajes han dado comienzo ciertos síntomas cercanos a la recuperación mientras en Mallorca chapoteamos en el fango burocrático de las directrices más absurdas de Madrid o de Bruselas.

Llegan advertencias y demandas de auxilio de vecinos y colegas. De sectores muy distantes y de sectores muy cercanos. La situación, señora Presidenta, es de máximo riesgo, hagan el favor de no mirar a otra parte mientras inclinan la regadora en el jardín de unos pocos que al final son los de siempre. Puede que cuando llegue el benigno viento del norte ya no quede nada que atisbar en el desolado panorama.

En la foto, vista de Llafranc, Calella y Cap Roig un día de Tramuntana antes del órdago turístico. Parece ser que hoy los oligarcas del cemento siguen siendo prioritarios aquí y allí, en eso sí que, por una vez, los efectos son los mismos. Los de ese vaho tan doméstico y tan nuestro que lo va pudriendo todo de forma tan implacable.

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