La realidad sanitaria de la CAIB no puede soportar más el lenguaje vacío de la política -las palabras confunden y embarran más q aclaran-, ni los eufemismos que utilizan los políticos para maquillar la realidad: cuando se hace público que las urgencias hospitalarias están desbordadas y que se han atendido más de 400 pacientes en 24 horas en urgencias de Hospital Son Espases, el IB-Salut disimula diciendo que el sistema está algo tensionado por la pandemia y por la llegada de turistas durante el verano; cuando la organización sanitaria es presa del caos ante la imprevisión de cada ola de pandemia, se regatea diciendo que la Atención Primaria ha sido clave en la gestión de la pandemia covid-19, respondiendo a las necesidades asistenciales y adaptándose a los diferentes escenarios surgidos en cada una de las olas de pandemia; cuando los trabajadores se ven obligados a doblar la jornada laboral y se les sobrecarga de trabajo, se sale con que se han mantenido las vacaciones y permisos habituales, facilitando con ello el merecido descanso de las plantillas habituales; cuando los políticos califican de héroes a los profesionales sanitarios, esconden que la heroicidad ha consistido en tener que trabajar en las terribles condiciones en las que los políticos y gestores les obligan a hacerlo. Eufemismos, lenguaje vacío, falsedades y mucha mitomanía, porque la verdad y los datos que tenemos, es que desde mucho antes de que irrumpiera la pandemia no había verdadera gestión y la asistencia sanitaria dejaba ya mucho que desear. El covid ha acabado de hundir el frágil ecosistema sanitario. La primaria está en la uci y con respiración asistida. Las víctimas, los pacientes y los médicos, que luchan a destajo. Solo por su vocación y compromiso, el sistema quebrado no quiebra. La falta de medios personales y materiales es absolutamente dramática y su consecuencia real es una pésima asistencia sanitaria al ciudadano. Los protagonistas de la sanidad son hoy las listas de espera de años, las intervenciones tardías, la falta de especialistas, la derivación de pacientes, la fuga de profesionales, la inexistencia de relación estable y fructífera entre médico y paciente, la precariedad laboral y una asistencia sanitaria indigna para la población balear.

Estos males afectan a todos los ámbitos de la sanidad balear, pero son especialmente duros en el ámbito de la Atención Primaria, en la que el maltrato al paciente y al profesional es la norma. Empecemos por lo obvio: no es cierto que se haya podido mantener la actividad asistencial propia como antes de la pandemia. Todo el mundo ha sido testigo de ello, pues las dificultades de los pacientes para acceder a los centros de salud son más que evidentes y mantener una visita presencial con tu médico de familia es una odisea. Pero es que ¡no hay personal! y el que hay está absolutamente sobrecargado por la suma de asistencia habitual y nuevas exigencias covid. Baleares ya tenía antes de la pandemia la peor ratio de médico/paciente de toda España y cada profesional tiene adjudicado una media de entre 1800-2000 pacientes, lo que supone un porcentaje más que la recomendada por el propio IB-Salut.

Y es que lo que es imposible es que un profesional esté a la vez en varios sitios, y como todos los usuarios saben, se está vacunando a un ritmo frenético y se ha creado una consulta específica de covid-19 en cada centro de salud a la que hay que destinar tanto personal médico como de enfermería que previamente se dedicaban a la actividad asistencial propia. Por todo ello el seguimiento de los pacientes crónicos (hipertensos, diabéticos, con dolor crónico...) y la atención a la patología urgente no puede ser la misma, si no se incrementa el número de médicos que la realizan. Si el tiempo es el mismo y las tareas se diversifican e incrementa al doble, algo se habrá tenido que dejar de hacer... Así pues, la espera para conseguir cita con el médico de familia es en la mayoría de los casos superior a 72 horas, llegando a los 20 días, dado que uno o dos días de la semana pueden estar dedicados a consulta covid y por otro lado sus vacaciones o días de permiso no son sustituidos. ¿Y a dónde se van los pacientes? Muchos a las urgencias hospitalarias que están desbordadas. Otros a realizar sus quejas al servicio de Atención al paciente. Y otros a las agendas de los pocos médicos de primaria que quedan en el centro de salud que ya la tienen completa, pero, como en el metro de Tokio, empujando siempre cabe alguno más, con aplastar bien al resto ya tenemos bastante.

Nosotros no nos cansaremos de visibilizar esta situación dramática, que exige un aumento presupuestario muy importante para ser rescatada. En derrota transitoria pero nunca en doma.