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HOJA DE CALENDARIO

Pedro Villalar

La víctima de Malasaña

La historia ha dado numerosas vueltas estos días: ha resultado ser falsa la denuncia de un joven homosexual de que había sido agredido por ocho encapuchados que le habían tatuado en el glúteo la palabra ‘maricón’ con evidentes intenciones homofóbicas. Es bien evidente el daño que esta mendacidad ha producido a la lucha contra la homofobia, como una sola mentira en el ámbito de la violencia de género es utilizada por los maltratadores para intentar desacreditar las denuncias de las mujeres agredidas. Pero el asunto no debería cerrase con tanta rapidez porque tiene recovecos que conviene explorar.

En un mundo saludable, en el que fuera plenamente asumida la diversidad —racial, sexual, identitaria— y perfectamente interiorizada la equiparación entre el hombre y la mujer en todos los sentidos, el extraño comportamiento del joven de Malasaña no hubiera tenido sentido, y por lo tanto no hubiera tenido seguramente lugar.

Lo que nos debe preocupar de este caso no es, en fin, que nos haya mentido una falsa víctima sino que el relato, rocambolesco desde el principio, resultase verosímil a casi todo el mundo. La sombra de todas las demás víctimas de la homofobia, que sí son reales, han dado cobertura a quien, por ser homosexual, vivía con el miedo inherente a ello y quién sabe si se desequilibró por la propia amenaza. Que nadie use, pues, este caso fallido para desacreditar el miedo de quienes, en este país y a día de hoy, se sienten inseguros por ser quienes son.

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