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Neymar

Se ha hecho público a través del diario El Mundo que el equipo francés de fútbol Paris Saint Germain (PSG), propiedad de la sociedad Qatar Investment Authority, es decir, del emir catarí Tamim bin Hamad Al-Thani, impone a su jugador más conocido hasta que ficharon a Messi, el brasileño Neymar, un código ético mediante el que se ve obligado a ser cortés y amable con los aficionados, quedando disponible para saludarles y confraternizar, hasta cierto punto, con ellos.

El código de conducta que debe seguir Neymar incluye la prohibición de realizar cualquier tipo de propaganda política o religiosa que pueda perjudicar la imagen y la unidad del club (cito de forma textual); así que supongo que debe abstenerse de realizar comentarios o manifestar opiniones dado que sus palabras podrían suponer un perjuicio. Se le imponen además reglas por otra parte obvias que ni siquiera tendrían por qué detallarse, como la de acudir con puntualidad a los entrenamientos y las competiciones o mantener una conducta ejemplar respecto de sus compañeros, rivales y árbitros. Que debe ser un angelito, vamos. Y a título de contrapartida para tales sacrificios el PSG paga a Neymar un bono añadido a su sueldo que alcanza ¡541.680 euros al mes!

Con semejante premio, cualquier mortal estaría dispuesto a convertirse en la Madre Teresa. Salvo un jugador de fútbol de los que mueven fortunas. Porque, de acuerdo con lo desvelado por el mismo periódico, Neymar va a llevarse casi 500 millones de euros en cinco años. El comportamiento ejemplar viene a ser una propina menor. Y una paradoja, habida cuenta de que Dawlat Qatar —siguiendo la nomenclatura oficial de la ONU— es un emirato islámico al que sólo por comparación con otros correligionarios puede calificarse de liberal. Sigue la corriente suní wahhabista del Islam, como Arabia Saudita, realizando una interpretación al pie de la letra del Corán y aplicando de forma literal sus leyes tanto religiosas como civiles. Que luego el emirato, en busca de un reconocimiento internacional para el que utiliza el fútbol como ariete, relaje esas normas permitiendo votar a las mujeres, dándoles educación e incluso autorizando que participen en los Juegos Olímpicos, no puede hacernos olvidar que el poeta Mohamed Ibn al-Dheeb fue condenado en 2012 a cadena perpetua por criticar la política climática catarí. Por más que el emirato sea un modelo de tolerancia si se compara con Arabia Saudita, Irán y no digamos ya Afganistán, ese liberalismo interesado pende del hilo de la ley coránica.

Si yo fuese Neymar, me abstendría de dar opinión alguna acerca de la religión, la política, el deporte y hasta la cultura pero no por el bono de los más de cinco millones de euros anuales sino por simple cautela. Que los lobos disfrazados de corderos terminan enseñando el colmillo.

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