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Antonio Tarabini

Entrebancs | Hacemos camino, ¿pero hacia dónde?

Los inicios del presente mes de septiembre son radicalmente distintos a los años anteriores. La pandemia, expansiva e intensiva, nos ha afectado a la salud personal y global; ha modificado nuestros modos de vivir y convivir; ha puesto en crisis nuestros vigentes modelos socioeconómicos.

Hoy, principios de setiembre, el índice de vacunación en nuestra Comunidad, de acuerdo con el objetivo propuesto, alcanza el 70% de la población. Pero el virus, con sus variantes, sigue vivo, lo que obliga a prestar atención sanitaria al contagio, especialmente a colectivos de riesgo... Y en el momento de escribir estas líneas sigue viva y latente la falta de personal sanitario.

A su vez la covid, con sus necesarias restricciones, ha modificado nuestros hábitos relacionales en el uso y disfrute de nuestro tiempo libre, el ocio, la cultura, el deporte… No resulta fácil guardar las distancias, mantener el uso de las mascarillas especialmente (aunque no sólo) entre los jóvenes. En cuanto al regreso a las aulas en pocos días, los protocolos sanitarios serán muy similares a los del año pasado con la incorporación de más filtros EPA que ayudarán a una mejor ventilación. El objetivo es que sea un curso lo más normal posible garantizando la presencialidad. Seguiremos empleando las mascarillas y las distancias.

En próximas colaboraciones pienso abordar la especificidad de los jóvenes, así como la escolarización y los centros escolares.

Hoy dedico estas líneas a la crisis socioeconómica que el virus ha puesto de relieve provocando el crack del 2020 en el ámbito empresarial, especialmente a las pymes y autónomos, rebotando en la inestabilidad profesional/laboral, con sus consecuencias directas en la desigualdad de oportunidades en los índices básicos del bienestar. Los meses de junio-agosto han significado una significativa reactivación de la actividad turística tanto en cifras de ocupación y de gasto como en mejora de la contratación de personal. Sin embargo, limitarnos a repicar las campanas del éxito sería un error de primera magnitud. Es preciso simultáneamente garantizar la reactivación en septiembre y octubre. Será inevitable prorrogar los ERTE, especialmente los que afectan a pymes y microempresas; a su vez será inevitable aplicar medidas semejantes al año pasado a los fijos discontinuos, que difícilmente podrán alcanzar una contratación mínima de seis meses.

Sin duda «hacemos camino al andar», pero ¿hacia dónde caminamos?. En algunos sectores empresariales significativos están resaltando como objetivo el recuperar la actividad turística productiva en base a los criterios aplicados en las exitosas temporadas altas de la prepandemia, concretamente regresar al modelo 2019. El criterio productivo se basaba fundamentalmente en la concentración máxima posible de turistas en los meses considerados como temporada alta (junio-septiembre), sin negar cierta prolongación en el mes de octubre. Tal modelo intenso productivo se complementa necesariamente con una contratación inestable (temporal/precaria), igualmente intensiva con personal escasamente cualificado. Lo que ha puesto en evidencia el virus es la obsolescencia de este modelo turístico. Sin entrar en más detalles, quiero recordar que nuestros visitantes, especialmente los repetidores (los mejores clientes) en la encuesta realizada por la Fundació Gadeso el mes de julio de 2019, manifestaban de manera clara la insatisfacción referente a una masificación progresiva e intensiva tanto en las vías de comunicación como en los principales puntos de atracción turística (véase playas). No en vano Iago Negueruela, Conseller de Modelo Económico, Turismo y Trabajo, después de evaluar en positivo la recuperación de la actividad turística dijo literalmente, que «abogaba por un modelo que no dependiera tanto de la llegada de millones de turistas». «Hoy deberíamos ir asimilando que no será la cantidad, la rentabilidad a corto plazo, gracias al volumen de pernoctaciones, lo que marcará el éxito sino la competitividad a medio plazo ligada a una calidad de la oferta y el servicio y una triple sostenibilidad medioambiental, económica y social (Alfonso Rodríguez, Alcalde de Calvià).

Por tanto, es insostenible continuar con el modelo vigente hasta ahora. Es necesario, sin dejar de reconocer el peso de la actividad turística, la necesidad de: diversificar mediante actividades sostenibles ambientalmente, y basar nuestra competitividad en una mejora cualitativa de nuestro producto (no principalmente en el precio), capaz de crear oportunidades de trabajo estables y de calidad para nuestros jóvenes. Esta necesidad de cambio, no solo es por motivos propios de nuestra realidad, sino también porque la crisis de modelo turístico ha tocado también a los mercados de origen y también a instrumentos básicos tales como la conectividad aérea.

Estamos en los momentos en que debemos diseñar y proponer a la UE programas («New Generations») de acciones estructurales (no meramente coyunturales), que faciliten la consolidación y modernización de nuestros tejidos productivos. El reto no resulta fácil. El documento base debería ser un diagnóstico político, económico, social… de nuestra Comunidad; sin buscar a los «culpables» que naturalmente serán otros. Deberían ser propuestas mixtas público-privadas, con iniciativas participativas de pymes.

En principio, sin vetos previos, tenemos los mimbres necesarios para hacer un buen producto. Nos falta pasar del dicho a los hechos.

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