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José Francisco Conrado de Villalonga

Grosera realidad

Se vive en alerta persistente: antes se veía la delincuencia como algo lejano, hoy está aquí

Escuchar, ver o leer noticias del día es cada vez más frustrante y preocupante. La sensación de inseguridad es cada día mayor. Se vive en alerta persistente, se gira la cabeza permanente por temor a que alguien nos siga. Antes se vivía la delincuencia como algo lejano, hoy está aquí. Habría que poder convivir con seguridad y libertad. La seguridad es un derecho de los ciudadanos y esto parece que se ha acabado, ha desaparecido, vean la cantidad de delitos callejeros graves que se cometen a diario, algunos acaban en asesinato, la violencia va en aumento. El país tiene un problema serio de inseguridad, en los noticiarios el cuarenta por ciento de la información se basa en noticias de agresiones violentas, robos, violaciones. Esto es no solo una realidad objetiva sino también hay que añadir la inseguridad subjetiva que produce, el temor. Ante esta situación la gestión pública se caracteriza por la dejadez, parece que falta energía política para afrontar el problema, da la sensación de que no hay dirección e instrucciones clara a las policías para afrontar estos problemas. Estos, los policías, se excusan por su no actuación en que así se evitan de males mayores. Falta responsabilidad policial y severidad judicial. Se deben endurecer las leyes y fortalecer a las fuerzas de seguridad para evitar este escándalo diario.

Cada noche se organizan botellones, desórdenes públicos y serios problemas para la salud. Jóvenes y adolescentes, con sus embrionarios cerebros, se reúne en lugares públicos de cualquier ciudad o pueblo del país para consumir alcohol y estupefacientes de forma incontrolada, destrozan mobiliario urbano, organizan reyertas, desafían a la policía, si es que aparece, ¿qué puede hacer un coche patrulla policial ante más de mil jóvenes salvajes? Se infectan entre ellos y contagian a terceros, ponen en riesgo su salud y hacen sufrir las consecuencias al resto de ciudadanos. El botellón es una manifestación más de una serie de problemas de la sociedad actual, es una forma bárbara de relacionarse, de comunicarse, de hacerse notar, de manifestar su rebelión, parece que no encuentran otra alternativa para organizar su ocio. El cierre de los locales nocturnos ha sido un error, dentro de esos lugares hay menos riesgos de contagio, hay más control y el consumo de bebidas alcohólicas disminuye, entre otras razones, por su mayor coste -España es el país europeo con más tolerancia social con el consumo de licores-. Se puede y se debe imponer coto a este desmadre generalizado.

Seguramente sería más eficaz actuar preventivamente que represivamente. ¿Cómo? Mejorando la formación de los jóvenes, su educación y para ello es imprescindible el compromiso de las familias y de los docentes. Los hijos suelen ser la consecuencia de la incapacidad, dejadez y tolerancia de los padres. No se les educa en la escuela e institutos para que las normas establecidas, que deberían garantizar la convivencia, sean respetadas. Y por supuesto hay que ser imaginativos y ofrecer también alternativas culturales, deportivas, y diversión saludable. Y en cualquier caso evitar el bochorno espectáculo que se produce noche tras noche en cualquier ciudad del país.

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