Opinión

Cataluña: la cuerda se destensa

Los indultos, aunque no han resuelto el problema, han serenado el ambiente y pacificado las relaciones de todo tipo

Hoy, martes, se cumplen los primeros cien días del gobierno de Pere Aragonés, sin que el ejecutivo catalán pueda exhibir logros concretos, pero lo cierto es que la ‘rentrée’ tras las vacaciones de agosto aparece a lomos de una distensión sin precedentes. Como escribía el domingo Lola García, es claro que ‘la cuerda se destensa’ y que, dejando al margen el 11-S del año pasado, marcado por la pandemia, habría que remontarse más de una década para encontrar una festividad nacional de Cataluña más tranquila y con menos preparativos para darle solemnidad y llenarla de significado. Sería absurdo no ver en esta clamorosa distensión el efecto de los indultos, que aunque no han resuelto el problema —nadie pensaba que iba a ser de otra manera— han serenado el ambiente y han pacificado las relaciones de todo tipo. Prueba de ello es que quienes protestaban ardorosamente por las medidas de gracia han tenido que desistir de sus campañas por falta manifiesta de apoyo (ha fracasado estrepitosamente, por ejemplo, la recogida de firmas de Casado).

Los consejeros catalanes están preparando los presupuestos y este sábado se reunirán por primera vez formalmente para poner en común lo avanzado por cada uno de ellos. Como es conocido, además de las dos grandes formaciones nacionalistas, para que salgan adelante las cuentas públicas es necesario el apoyo de la CUP, que no parece imposible y que ha sido facilitado por algunas concesiones al partido antisistema (entre otras, la de evitar la presencia de los antidisturbios en los desahucios). El PSC de Salvador Illa, que está realizando con maestría lo que alguien ha llamado «una oposición de terciopelo», se ha ofrecido para colaborar en la formación de una mayoría presupuestaria, pero la propuesta supondría la ruptura entre los posconvergentes y los republicamos, así como el rechazo de una parte de ERC.

Aragonés, como su alter ego Junqueras y su entorno más cercano, coincide con Pedro Sánchez en dar una importancia esencial a la economía en el próximo curso político. En Cataluña, el hastío de la sociedad a una dejación de la gestión pública que dura ya demasiados años ha de ser enmendado si los soberanistas no quieren que la ciudadanía deserte de su proyecto ideológico. Y este propósito de recuperarla actividad en Cataluña coincide con la preferencia por la economía del gobierno español, que piensa dedicarse casi monográficamente a la reconstrucción del país tras la gran crisis sanitaria.

Existe, pues, coincidencia en los objetivos pragmáticos de ambas partes, en el afán de pilotar una remontada que nos deje en situaciones prepandémicas, y en el designio de que Cataluña contribuya a restituir la confianza, que los agentes económicos han perdido hace tiempo. Pero que nadie piense que el recorrido conjunto de ambas instancias —la Generalitat y el gobierno del Estado— será fácil: en la tercera semana de septiembre ha de celebrarse la reunión de la mesa de diálogo entre ambos ejecutivos, y aunque todo está planeado a largo plazo —se ha hablado de conseguir resultados en dos años— ya empiezan a advertirse presiones inquietantes. ERC, por ejemplo, cediendo a su ala más radical, está exigiendo que Pedro Sánchez presida la delegación madrileña (la delegada del gobierno en Cataluña, Teresa Cunillera, ha dejado en el aire esta cuestión). Y ese mismo sector empieza a reclamar que el proyectado foro de encuentro se llame «mesa de negociación» y no «mesa de diálogo». Todo el mundo sabe hasta dónde puede llegar el gobierno en este «diálogo», y sería una necedad ignorar que Sánchez no accederá ni al referéndum de autodeterminación ni a la amnistía, por lo que no tendría sentido pedir lo imposible si de verdad se quiere un progresivo avance hacia un lugar común.

En todo caso, lo más cierto es que Cataluña se ha encalmado, que la mayoría de quienes vociferaban desde ciertas comunidades autónomas contra los indultos se han callado, que el conflicto ha perdido fuerza, que Cataluña desea a ojos vista recuperar la normalidad y que la receta de la reconciliación y el buen trato está calando. ¿Nadie de quienes erraron en el diagnóstico y en la estrategia se anima a reconocer el yerro y a pedir disculpas?

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents