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Ramón Aguiló

Escrito sin red | De Ceuta a Kabul, de ministros a ministras

El nuevo-viejo gobierno de Sánchez no ha podido dar margen a los famosos cien días para su enjuiciamiento. Apenas inaugurado, con la ausencia inesperada y soñada por el PSOE del Rasputín Redondo, se encontró con la impugnación radical del Tribunal Constitucional a la declaración del estado de alarma de marzo de 2020. Es en esos momentos cruciales es cuando se puede contemplar el temple y la valía de un gobernante. Con los nervios a flor de piel, la nueva ministra de Justicia, Pilar Llop, dio las primeras muestras de cómo entiende la separación de poderes el gobierno mayoritariamente femenino del césar de La Moncloa: se pronuncia la obligada palabra del acatamiento para, a continuación, largar palabra tras palabra denigrando al alto tribunal que entiende, por mandato constitucional, de la adecuación a la Constitución Española de las decisiones del poder ejecutivo. Había un problema grave y había riesgos políticos que había que sortear y el gobierno actuó en su propio beneficio. Era la prueba de que, en España, bajo el impecable formalismo democrático, lo que impera es el gobierno de los hombres y no el gobierno de las leyes.

En Ceuta se ha podido comprobar

lo anterior. Había otro problema: el de los menores marroquíes presentes y desperdigados por la ciudad autónoma desde la avalancha del pasado mayo. Existiendo la obligación de atenderlos, el ministerio de Interior procedió a su devolución a Marruecos de acuerdo con las demandas de un gobierno de Ceuta sobrepasado por la magnitud de los acontecimientos. El ministro invocó el pacto existente entre Marruecos y España desde hace algunos años, obviando la tramitación necesaria de los expedientes de devolución de acuerdo con la ley de extranjería. El ministro Grande-Marlaska hizo honor a su condición de mentiroso acreditada suficientemente en el caso de la destitución del coronel Pérez de los Cobos, cuando pretendía ser informado por el coronel del informe sobre la manifestación del 8 de marzo de 2020 realizado por la comandancia de Madrid y sometido al secreto judicial. En ese nuevo contencioso entre el ministro juez y la Audiencia Nacional solicitante de los trámites realizados, Marlaska optó por escenificar el juego del gato y el ratón con la Audiencia. No había trámites susceptibles de ser recurridos, no existían órdenes ministeriales, no había nada con lo que cuestionar a un ministro que depositaba la iniciativa de las devoluciones al gobierno de Ceuta en base al pacto entre España y Marruecos. Tras la entrada en tromba de la fiscalía y la presunción de que se estaban violando los derechos de los menores, algunos de los cuales ya han expresado el desacuerdo con su devolución, el juzgado de Ceuta mantiene paralizadas las devoluciones hasta que se determine el procedimiento legal al que deben sujetarse. Pero la gestión del ministro-juez Marlaska, incendiaria, ha demostrado que, al menos en ese caso, el nombre no hace a la cosa y un juez puede ser el adversario número uno del gobierno de las leyes. No sabemos qué razón ampara a Sánchez para mantenerlo en el gobierno, pero alguna grave debe existir que lo explique. Seguro que no se nos dará, como no se nos ha dado de las razones por las que Ábalos fue cesado. La logorrea insustancial de Sánchez en sus intervenciones televisivas puede ser infinita, pero la información real sobre mucho de lo que está pasando se nos está hurtando.

Podría uno extenderse

sobre aspectos de la actualidad que preocupan extraordinariamente, sean tales como los incendios, especialmente el de Ávila; el desastre medioambiental del Mar Menor; sea sobre las cifras últimas de fallecidos por la covid, con cifras diarias que superan ampliamente el centenar y las dificultades que plantea la variante delta, como se comprueba en Israel con las cifras más altas de vacunados; o el precio de la luz, cuestión sobre la que la Comisión Europea avisa de la improcedencia de intentar atajarla con intervenciones del tipo político como las que plantea Unidas Podemos. Last but not least, por su importancia, la aprobación por el gobierno de la ley de reforma de las pensiones donde se penalizará la jubilación anticipada y se retribuirá con más dinero la posterior a los sesenta y seis años; la cuestión central es si es la generación baby boomer la que deberá soportar la indexación de las pensiones al IPC, en franca insolidaridad intergeneracional.

Lo que ha salvado al gobierno, en ese final de agosto, de sus previos avatares, ha sido su inesperado protagonismo internacional con motivo de la evacuación de Kabul. No se trata solamente del esfuerzo logístico por el cual la base Torrejón de Ardoz se ha convertido en el centro europeo de recepción de colaboradores afganos amenazados por los talibanes, también de la autorización de las bases de Morón y Rota para los colaboradores de EE.UU. Si lo primero ha merecido el reconocimiento europeo a la capacidad de organización del gobierno español, con la presencia de von der Leyen y Michel, lo segundo, el reconocimiento de Joe Biden, que habló media hora por teléfono con Sánchez, sepultando en la memoria el paseo de 29 segundos escuchándole. La labor del ejército, la policía y funcionarios de exteriores españoles en el aeropuerto de Kabul ha merecido el aplauso internacional y foto en front page en el Washington Post. Dos nombres brillan con especial fulgor: el de José Manuel Albares y el de Margarita Robles. El primero, en Exteriores, devuelve prestigio a España después de la chapuza de la cursi González Laya con Ghali. La segunda, en Defensa, confirma con su actuación que es lo mejor del gobierno español. La recepción a los evacuados afganos al pie de la escalerilla de los aviones, de día como de madrugada, ha provocado en muchos un subidón de orgullo y de dopamina, efectos inverosímiles de las acciones gubernamentales desde hace muchos años. También se coló en las recepciones Grande Marlaska, intentando redimirse de una ejecutoria sin precedentes en mentiras, engaños y discrecionalidades impropias (o deberían serlo) de un ministro de un gobierno socialista. A poco podremos comprobar si ha sido todo una nube de verano o hay un intento de resetearse por parte de un Sánchez en versión feminista de la foto de C. Tangana.

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