Han trascurrido 25 años desde que la Vía Campesina plantara la reivindicación de la soberanía alimentaria en medio del debate sobre el futuro de la agricultura y alimentación. Fue un sencillo documento titulado, Soberanía alimentaria. Un futuro sin hambre. Se presentó en noviembre del año 1996 en el marco de la Cumbre Mundial de la Alimentación convocada por la FAO en Roma, y solo dos años después de la entrada en vigor del Acuerdo sobre Agricultura de la Organización Mundial del Comercio. Por entonces la Vía Campesina, la integraban 60 organizaciones y había celebrado dos Conferencias Internacionales, la primera en Bélgica en el año 1993, y la segunda en México en 1996. Hoy la Vía Campesina es el mayor movimiento social a nivel mundial, formado por más de 180 organizaciones de 81 países, se estructura en 10 regiones y en 8 comisiones, y se ha ganado la interlocución en todos los foros internacionales. Tuve el enorme privilegio de ser testigo de este proceso y de haber colaborado con mi trabajo y compromiso durante años. Sin esta experiencia, mi grado de conciencia sobre el mundo rural, sobre los campesinos y campesinas y su diversidad, y sobre los retos y esperanzas del sector agrario, hoy no serían igual.

Hace un par de semanas, una persona me increpaba, e incluso me ridiculizaba, diciendo que nos estábamos haciendo trampas al solitario, puesto que nunca sería posible alcanzar el objetivo de la soberanía alimentaria en las Islas Baleares. Estas situaciones siempre me hacen pensar. Como sucede con todas las palabras mágicas, a menudo las dotamos de un simbolismo que acaba por anular su verdadero significado. El concepto de «soberanía alimentaria» nació en contraposición al de «seguridad alimentaria» que maneja Naciones Unidas. Las diferencias no son menores. La seguridad alimentaria pone el acento en garantizar el abastecimiento de alimentos nutritivos y de calidad, con independencia de quienes y como se produzcan. Mientras tanto, la soberanía alimentaria llama la atención sobre los alimentos como derecho humano, y sobre los cientos de millones de agricultores y agricultoras que los producen y su derecho a producirlos con dignidad.

La soberanía alimentaria fortalece la condición de sujeto político y económico de los agricultores de todo el mundo.

Nadie dijo que soberanía alimentaria implicara que tengamos que producir todo lo que comemos, y menos aún que rechacemos el comercio con otros países. La soberanía alimentaria es el derecho de los pueblos a definir sus propios sistemas de producción, transformación y distribución de alimentos, así como las políticas agrícolas, pesqueras y alimentarias que sean ecológica, social, económica y culturalmente apropiadas a sus circunstancias únicas. Aplicado a la realidad de las Islas Baleares, implica pensar si queremos continuar con la senda de abandono de la producción agraria que arrastramos desde hace 60 años, y plegarnos a la total dependencia alimentaria, o si entre todos y como sociedad le damos una oportunidad a un sector que muestra su carácter esencial y estratégico. Simplemente hay que creérselo, y que el conjunto de las políticas autonómicas, no solo las de agricultura y pesca, apoyen en este sentido.

La soberanía alimentaria como concepto político tiene la enorme virtud de conectar con el sentido común de las personas que no entienden por qué tenemos que traer sandías de fuera teniendo en Baleares las nuestras que son excepcionales. La soberanía alimentaria fija la atención de manera directa en la producción local, implica a los consumidores en la solución y permite reconstruir los puentes entre el campo y la ciudad. Pero sobre todas las cosas, la soberanía alimentaria fortaleció la condición de sujeto político y económico de los agricultores y agricultoras de todo el mundo. En estos 25 años la definición de soberanía alimentaria ha evolucionado, el debate ha ganado en profundidad y el movimiento campesino supo dialogar con todo el resto de movimientos sociales generando una de las mayores alianzas sociales a nivel global. Se trata de trasladar este debate al nivel local.