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Antonio Papell

Rentrée con novedades

El curso político, que en realidad ya está arrancando esta semana, última de agosto, estará cargado de contenidos y de sustancia. Nos encontramos en el tramo final de la vacunación y en el principio de una normalidad consistente, que permitirá recuperar la mayoría de los procesos económicos todavía a medio gas, como el del turismo internacional. Y el cuatrimestre que resta de 2021 tendrá en efecto un fuerte componente económico puesto que será el de la puesta en marcha del Plan de Reconstrucción y Resiliencia —ya han llegado los primeros Fondos Next Generation— y sobre todo el de la elaboración de los Presupuestos Generales del Estado, nuevamente expansivos, que deben hacer posible que a finales de 2022 nos hayamos recuperado del todo de los efectos materiales de la pandemia y estemos por tanto en condiciones de planear una nueva normalidad, con reforma fiscal incluida, que se deslice hacia unos niveles de deuda soportables. Porque aunque es cierto que la deuda, con tipos de interés cero, no frena el desarrollo, tenemos que regresar a cotas razonables por si un día cambian las circunstancias y/o el modelo.

Lo que ha cambiado sustancialmente con este extraño agosto ha sido el clima político. Por una parte, la crisis de Afganistán ha servido para que España pusiera a prueba su capacidad de organización y su posición ante la inmigración de refugiados políticos que huyen de la muerte. La visita de Sánchez junto a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, al presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, al alto representante de la UE, Josep Borrell, y a los ministros competentes a las instalaciones a la base de Torrejón donde la UME ha erigido en horas un centro de acogida de afganos que huyen del régimen de los talibanes ha merecido cumplidos elogios. Von del Leyen ha agradecido su tarea a «los estados miembros que acogen refugiados en sus familias», en particular España, cuya acogida de estas personas es «un ejemplo del alma europea» en tiempos de necesidad ante la situación actual, que es realmente «una tragedia y un severo golpe para la comunidad internacional».

Pero si Bruselas, que acaba de remitir a nuestro país los primeros 9.000 millones de euros de los mencionados fondos y ha elogiado el plan de reconstrucción elaborado por Nadia Calviño, reconoce nuestra labor, también en el flanco sur de nuestra diplomacia regresan las aguas a su cauce. El Rey de Marruecos ha efectuado una declaración que pone punto final al grave desentendimiento creado por la atención sanitaria ofrecida por España a Brahim Ghali, líder del Frente Polisario y aquejado de la covid-19. Ni la UE ni España pueden permitirse desencuentros en su frontera Sur, ante países en cuyas manos están en buena medida la presión migratoria y la seguridad frente al terrorismo del continente europeo.

En septiembre, arrancarán en el Parlamento varios proyectos de ley relevantes que generarán alboroto: la ley de vivienda, en que PSOE y UP parecen aproximarse; la reforma laboral, que está en manos de los agentes sociales y que el gobierno solo definirá si el deseable acuerdo no llega (el obstáculo parece ser la firme apuesta del Ejecutivo contra la temporalidad); la ley de seguridad ciudadana, que aborda asuntos sumamente sensibles; y está asimismo en vías de debate y aprobación la ley de Memoria Democrática, que debería suscitar mayores consensos para que no se abran nuevas heridas en lugar de cerrarse las que todavía supuran.

Finalmente, la negociación de los Presupuestos, vital para guiar la recuperación que habrá de ser impulsada no sólo por el gobierno de la nación sino también por las comunidades autónomas que tienen a su cargo buena parte del gasto en inversión, deberá fluir en las fechas marcadas, para lo cual será necesario el concurso del nacionalismo catalán, que está a la espera de que se celebre la primera reunión negociadora entre la Generalitat y el Gobierno. Si esta distensión prosigue y los presupuestos, que son de abundancia, se aprueban con relativa facilidad, 2022 podrá ser un año pletórico de posibilidades. Confiemos en que lo peor haya pasado.

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