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Monti Galmés

Cosas de la vida

Es un hecho que, con el paso del tiempo, en la convivencia entre personas existen reglas no escritas que suelen funcionar

Estaba el otro día de botellón con un grupo de amigos vacunados, en la terraza de la vivienda de Margalida y Tomeu, dialogando sobre la adaptación de las personas a los nuevos hábitos después de la jubilación, y entre tapas y cervezas se creó un ameno debate donde cada uno de los asistentes proponía soluciones para arreglar los problemas, no sólo los caseros, sino todos aquellos que afectan al planeta actualmente en llamas. En vista de que no llegábamos a ningún consenso, una hora antes del toque de queda pasamos a departir sobre las actividades en común después de 50 años de matrimonio.

Es un hecho que, con el paso del tiempo, en la convivencia entre personas existen reglas no escritas que suelen funcionar y en este caso, el matrimonio anfitrión nos contó como gestionaban ellos sus actividades diarias. Tomeu (Él) es el encargado de la limpieza exterior de la casa, jardín, macetas, terraza y piscina. También limpia los platos por la noche al terminar de cenar, para no poner el lavavajillas y reducir así el consumo eléctrico. Además, Él es un manitas, un poco chapucero, pero soluciona casi siempre los problemas técnicos de la casa, cuando estos aparecen. Margalida (Ella) además de vigilar lo que su marido hace, es la responsable de todos los asuntos de farmacia, medicinas y primeras curas y suele preparar la cena, si no van a ca’n Torrat.

Los asiduos intercambios de opinión entre el matrimonio vienen causados por motivos relacionados con las funciones antes descritas. Así el día empieza normalmente para Él con la preparación del desayuno, ya que Ella se levanta más tarde, y no acostumbra a hablar mucho durante la primera media hora, pues no duerme ni mucho ni bien. Desayunan por lo tanto en turnos, como en algunos hoteles. Mientras Ella toma el café, Él riega las 27 macetas que son un capricho de Ella y mientras tanto se reprocha el gasto de agua que este hecho conlleva. Después barre la terraza y limpia la piscina pues en las dos hay muchas agujas de pinos y sobre todo hojas de una enorme buganvilla, que por este motivo le tiene a Él hasta la coronilla. Sin embargo, este arbusto resulta ser el más apreciado por Ella de todo el jardín. Un día de viento de abril, Él decidió arrancar dicha planta ornamental para reducir los trabajos de limpieza. Ella al verlo con las herramientas se lo prohibió de entrada, pero después de un largo intercambio de opiniones, le permitió reducir su volumen, diciéndole, «Tomeu, vale, pero ponte las gafas de jardinero no te vayas a hacer daño con las afiladas púas». Él lógicamente hizo lo contrario, pues no le gusta que le digan como tiene que hacer los trabajos, es una cuestión de amor propio. Sucedió que durante el podado se le clavó una de las púas junto al ojo y empezó a sangrar con profusión. Ella primero le reprendió severamente y después sacó el botiquín y le desinfectó la herida y acto seguido le invitó a tomar clamoxil de 500 mg para así evitar cualquier efecto secundario. Él no quería el antibiótico, pero se lo tomó para no discutir más y de paso se quedó siete días sin una copa de vino.

Resulta que, en estos calurosos meses de verano, una colonia de hormigas, que según Juan José Millás son animalitos sin ego ni personalidad, se adueñó de la casa. Ella odia a estos insectos desde que siendo niña se comió sin darse cuenta, un buen número de ellos que estaban inmersos en un bocadillo de sobrasada con miel. Él se responsabilizó libremente, por deseo de Ella, de liquidar a la colonia entera con todo tipo de insecticidas de última generación, y lo sigue intentando aún con pasión, pero sin éxito, por lo tanto, Ella que tiene muy buena vista, por las mañanas al poner el pie en la cocina divisa enseguida las hormiguitas, apresuradas, en fila india. Él sin embargo al ser las hormigas de una especie pequeña muy organizada, si no lleva las gafas de leer, a pesar de haber llegado antes, no se apercibe de su presencia. Ella le llama, « Tomeeeuuu, ¡mira la encimera está de nuevo llena de hormigas!» Él no discute y saca del armario el spray que compró en la ferretería y suelta metódicamente varios chorros del líquido y pasa después un trapo humedecido con mistol y limpia a conciencia toda la mesa de la cocina. Después queda el inconfundible olor del spray en el ambiente.

Él ronca por las noches. Ella también. A Ella le gusta mirar la tele en la cama, a Él no, pues prefiere leer. Después de no poder encontrar una solución satisfactoria para ambas partes, Él decidió montarse un dormitorio en donde antes tenia un cuarto de trabajo, se fue a Ikea, compró una mueble cama, un colchón Raised Double, diferentes mesitas auxiliares, los instaló y un día de invierno frío y lluvioso cambió de lecho. Ella desde entonces puede mirar la tele. Él mientras, duerme. A Ella le gusta descansar con la puerta cerrada, y se acuesta antes que Él, por lo tanto, cuando Tomeu se retira a su dormitorio para acostarse y ve luz por la rendija de la puerta de Ella, la abre con sensibilidad, pide permiso para entrar, se acerca a Margalida, le da un beso, y le dice buenas noches cariño, que duermas bien. Mañana te prepararé el desayuno y limpiaré la cocina de hormigas. Margalida, sonríe y piensa, que suerte he tenido con el bueno de Tomeu, cierra los ojos y se duerme lentamente.

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