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Jose Jaume

Desde el siglo XX | Occidente pagará muy cara la renuncia a defender sus valores

El vergonzante abandono de Afganistán entregado al fanatismo islamista de los talibanes es siembra de semillas de terrorismo para la claudicante democracia liberal

Asquea hasta la náusea el comportamiento que ofrecen los Estados Unidos, Unión Europea, Canadá, Australia, el genéricamente denominado Occidente democrático, abandonando Afganistán, dejándolo en manos de asesinos que enarbolan el Corán, la Biblia musulmana, para perpetrar su ristra de crímenes, para esclavizar a las mujeres contando con la herramienta que les proporciona la sharia, la Ley Islámica, código de conducta que ordena todos los aspectos de la vida de los musulmanes. En el mundo del Islam no cabe lo de dar a César lo que es de César y a Dios lo que es de Dios con el que el Evangelio cristiano asume la separación entre iglesia y estado, aunque para conseguirlo se requirieran siglos, la eclosión de las revoluciones americana de 1776 y francesa de 1789, el liberalismo del siglo XIX, hasta que en el XX se imponen los estados de derecho. No hay ni uno solo de los países de mayoría musulmana que hayan adoptado parcial o totalmente la Ley Islámica como fuente principal de sus ordenamientos jurídicos que pueda reclamarse como democracia plena. Ni tan siquiera Túnez o Turquía, los que más cerca han estado. No hay libertades, estado de derecho, en el mundo musulmán. Pasemos revista: Arabia Saudí, Egipto, Malasia, Indonesia, Irán, Marruecos, Argelia, Emiratos (ahí está instalado Juan Carlos de Borbón)..., para qué seguir. Occidente, EE UU, dejó caer en 1979 al déspota que reinaba e Irán, el sah Reza Pahleví con el resultado de que llegó algo mucho peor: la república islámica instaurada por Jomeini. El Islam está tan enfrentado entre sí como en su tiempo lo estuvo el cristianismo en Europa: las guerras de religión la ensangrentaron a lo largo de los siglos XVI y XVII. En ningún caso en el Islam ha florecido algo parecido a un estado armado de constitución democrática. Las mujeres se han llevado la peor parte; son ciudadanas de segunda, como aconteció en España durante la dictadura franquista, cuando no podían trabajar sin permiso de padre o marido, entre otras degradantes disposiciones, o son consideras esclavas, que es lo que sucederá en el Afganistán talibán, que es la situación que padecen en ricas petromonarquías del Golfo Pérsico.

Occidente o bien calla y comercia con esos países o los abandona después de generar situaciones de imposible resolución. Es el caso de Libia. Hoy Afganistán. Mañana, cuando el terrorismo vuelva a resurgir, que lo hará, cualquier otro. Europa se dispone a cerrar fronteras a los afganos que llegarán en oleadas. Quiere que los países limítrofes, no mucho mejores en cuanto a derechos ciudadanos, se hagan cargo. La Unión Europea, los dirigentes de los gobiernos, temen la utilización que hará, está haciendo ya, la extrema derecha. En septiembre hay elecciones generales en Alemania, e año que viene presidenciales en Francia. Merkel, jubilada, no repetirá la actuación que tuvo con los refugiados sirios. Su partido, la CDU, atraviesa serias dificultades. Puede perder. Macron está en una tesitura especialmente delicada y asoma Le Pen, el Frente Nacional. Dan miedo. Tanto como los islamistas. Ambos propugnan lo mismo: aniquilar la democracia parlamentaria liberal. En España Vox también se frota las manos. Tiempos revueltos. Recios. Se prestan a que desaprensivos prosperen. No se admiten debilidades. Incongruencias. Las mismas en las que incurre Occidente haciendo lo que vemos en Afganistán. Los que quieren irse son las elites ilustradas, ciudadanía esencialmente laica, refractaria a dar por sentado que la sharia, sea cual fuere su grado de aplicación, no debe uniformar sus vidas. Las mujeres que van a ser encerradas en casa. Invisibilizadas con el infame burka. Anulada su condición de seres humanos. Occidente pagará cara tanta vesania.

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