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Antonio Tarabini

Entrebancs | Estados de ánimo: Crónicas Estivales (3)

En la presente Crónica Estival pretendo bucear en los Estados de Ánimo que la pandemia provoca a los diversos segmentos que conforman nuestra ciudadanía. Concretamente cuáles son los Estados de Ánimo (positivo, negativo, en fase de recuperación y/o receso…), referida a la salud, sus consecuencias socioeconómicas en la estructura productiva y en el progreso (o receso) social…

Comienzo por un fragmento interesante e irónico de un artículo de M. Castillo, publicado en el The New York Times, el 7 de mayo de 2020, en pleno confinamiento. «Nunca pensé que escribiría estas palabras, pero aquí van: he aprendido a ser conservador. Todavía no digo que lo sea; digo que, tras huirle como a la peste toda mi vida, ahora entendí cómo podría serlo. Me ataca, lenta, arrolladora, la conciencia de que no vamos a vivir como vivíamos. Llevo días y días extrañando la vida que creo que perdí; días y días pensando en esas cosas que me gustaban de mi vida anterior al virus que seguramente no volverán -los viajes, la felicidad de mezclarse sin pegas con personas en mercados o estadios o manifestaciones, los encuentros y conversaciones impensadas, el calor de un abrazo». 

Desde el 2020 la coyuntura sanitaria ha cambiado en positivo. No se ha superado definitivamente la pandemia global, pero como mínimo la vacuna es una realidad con probabilidades reales de éxito. En nuestra Comunidad, Balears, el contagio está relativamente controlado; aunque sigue instalado en los hospitales y UCI. Unos proponen una tercera vacunación. Otros, entre los que me cuento, priorizan la extensión de la vacuna a múltiples países donde la vacuna es un simple «deseo». El motivo no es sólo la solidaridad, sino también por la posibilidad de aparición de nuevas variables del virus extensivas en nuestros «territorios». El Estado de Ánimo en el ámbito sanitario es, en general, positivo y expansivo.

La evolución en el ámbito socioeconómico se inicia en la década de los 70. El boom turístico y la actividad de construcción, posibilitaron un cambio radical en nuestras estructuras económicas, productivas y sociales. Nacen las clases medias. Surgen múltiples pymes, autónomos y emprendedores, con grandes facilidades para acceder a créditos financieros; se crean nuevos empleos y nuevas oportunidades; los salarios de los trabajadores aumentan progresivamente. El Estado de ánimo era expansivo.

En los entornos del 2008, se produce una crisis profunda de carácter financiero. Lo que fue una realidad pujante entra en crisis al explotar la burbuja inmobiliaria con un parón de ventas por saturación y el correspondiente frenazo a los generosos créditos a promotores. Tal crisis coincidió con un cierto ralentí en la actividad turística en nuestros mercados de origen. Las clases medias se tambalean, las pymes y los autónomos fueron los más afectados. Lo que puso de manifiesto la fragilidad de nuestro modelo lastrado por la estacionalidad, y a su vez por una pretendida competitividad basada en los precios en base a un control (a la baja) de los costes laborales. La consecuencia fue el aumento de la inestabilidad laboral y del paro, especialmente en el sector de la construcción y sus actividades anexas (electricistas, fontaneros y un largo etcétera). Lógicamente, aparecen las dificultades para hacer frente a préstamos, especialmente de índole hipotecaria, y se volatilizan las perspectivas y los proyectos personales y familiares. A su vez, la aplicación de reformas, léase recortes, afecta a servicios públicos básicos (educación y sanidad), mientras los servicios sociales se reducen al mínimo y se transfieren a la buena voluntad de diversas ONG. El riesgo de exclusión social y económica se instala incluso entre las clases medias. Basta leer los informes de Cáritas donde se especifica la tipología de sus usuarios. Estado de Ánimo negativo y regresivo en el ámbito económico y social. 

A partir de los entornos del 2013, la coyuntura cambia especialmente en la macroeconomía. La actividad turística crece exponencialmente, entre otros factores por la crisis de seguridad en parte de nuestros destinos competitivos, especialmente en la costa sur y este del Mediterráneo. Las macrocifras nos anuncian índices de crecimiento positivas. Pero tales buenas perspectivas no repercuten en las pymes y autónomos, y las clases medias son víctimas evidentes. Tener trabajo, instalado en la temporalidad/precariedad, ya no supone necesariamente disponer de unas rentas que cubran las necesidades básicas, y mucho menos una capacidad de acceso a bienes y servicios. Más aún, el vigente sistema productivo se ha mostrado socialmente ineficaz y empresarialmente poco competitivo. El Estado de ánimo fue positivo para el ‘macro’ y desconcertante para el ‘micro’.

El crack del 2020 «mata» las esperanzas (2017-2019). Las perspectivas están rotas. El Estado de Ánimo es pesimista. Ahora, agosto 2021, se perciben síntomas e indicadores de recuperación de la demanda que, alargando la temporada y renunciando el «turismo de los excesos», podría ser el principio de una reactivación económica y social que nos posibilitaría el regreso al clímax 2019. El Estado de ánimo expresa ciertas esperanzas no unánimes con dudas incluidas.

Otros, haberlos haylos incluido en ámbitos empresariales, no niegan ciertas perspectivas favorables pero consideran imprescindible repensar profundamente el modelo vigente; tarea no fácil, pero posible y necesaria. El instrumento preciso puede ser los fondos europeos incluidos en New Generation, cuya finalidad es precisamente repensar las estructuras económicas y sociales. Las puertas están abiertas, queda por ver los contenidos de las propuestas cuyos autores y gestores se presupone serán la iniciativa pública y privada. Ocasión habrá para explicitar cuáles deben ser los objetivos estratégicos para la construcción de una economía sostenida y sostenible. El Estado de Ánimo en el ámbito socioeconómicos muestra ribetes positivos. Queda por ver que distancia existe entre el dicho y los hechos.

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