Mallorca está inmersa estos días en un periodo de intenso calor y temperaturas al máximo. La acentuada subida del termómetro coincide con la época del verano más propicia para ello, de acuerdo con el clima mediterráneo. La población residente lo tiene incorporado a sus costumbres cotidianas, asumido como natural y los turistas vienen a la isla precisamente por ello.

Por otro lado, no es menos cierto que estos ciclos de mucho calor, cada vez más acompañados de polvo sahariano, han incrementado su intensidad y frecuencia del mismo modo que lo han hecho las inundaciones y temporales en otoño e invierno. Los científicos y la población sensibilizada ven en ello una clara manifestación del cambio climático.

Precisamente esta misma semana se ha conocido el contenido del último informe del comité de expertos que asesora a la ONU sobre una cuestión tan trascendente. No se esperaban buenas noticias al respecto, pero las conclusiones alcanzadas arrojan unos resultados todavía peores y remiten con urgencia a una reacción inmediata de la sociedad en general que debe ser estimulada, protegida y garantizada por los gestores públicos para poder frenar un efecto invernadero que, hoy ya, vista su progresión, deja caducos los Acuerdos de París.

Este compromiso entre los gobiernos fija un máximo de subida de temperaturas tolerable en 1,5 grados cuando los expertos de la ONU documentan que, de no frenarse con mayor rapidez la actual emisión de gases a la atmósfera, el efecto invernadero acumulado significará un incremento medio de 2,7 grados a finales de siglo. Ahora es ya 1,1 grados superior al periodo preindustrial. Nos abocamos hacia efectos climáticos extremos, con mayores inundaciones y sequías asociadas a un incremento del nivel del mar. El deshielo de las zonas polares es, en algunos aspectos, irreversibles.

La mayoría de científicos coinciden en atribuir el cambio climático a la acción humana al tiempo que llaman a la reacción tanto individual como colectiva. Estamos, por tanto, ante una responsabilidad que no admite excepciones.

El Govern ha comenzado a desplegar en los últimos tiempos políticas avanzadas en cuanto a la protección del medio ambiente, como pueden ser las normativas que frenan el uso comercial de plásticos y el límite a los vehículos con mayor emisión de gases contaminantes. Especialmente en el último caso, la medida ha topado con el recelo del sector industrial afectado y una gestión estatal muy ralentizada. Sería más consecuente el apoyo a las políticas locales y la consideración hacia un territorio insular, caso de Balears, con un desmesurado parque móvil.

De otra parte, los fondos europeos que se distribuirán entre empresarios y autónomos para paliar los crudos efectos de la pandemia, están destinados en buena parte a las inversiones de cuño verde y prácticas poco contaminantes. Este es el camino a seguir dentro de un conjunto de políticas transversales compatibles con el respeto y cuidado del medio natural. Esta en juego la salud del planeta y con ello la de Balears y cada uno de sus residentes y visitantes. Todos hemos causado daños al hábitat colectivo y todos tenemos la responsabilidad de comprometernos en su reparación improrrogable.