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Antonio Papell

Pedagogía del cambio climático

Aestas alturas, quedan pocos negacionistas del cambio climático. Todo el aparato bibliográfico del cúmulo de científicos que, individual o colectivamente, han estudiado el proceso de calentamiento de la tierra es contundente y rotundo. Es más, la estadística, aunque todavía una herramienta débil porque las observaciones sistemáticas del clima comenzaron recientemente, empieza a dar testimonio de que algo está cambiando, de que con altísima probabilidad la acción humana está detrás de este famoso efecto invernadero, fruto de la contaminación de la atmósfera, que calienta la superficie del planeta.

Con todo, la detección y la descripción científicas de este proceso requieren de cierto rigor para que resulte verosímil y para que se movilicen realmente los ingentes recursos que se requieren para combatir y resolver el problema a la velocidad necesaria. Ya estamos en marcha hacia la descarbonización, de esto no hay duda, pero parece que vamos demasiado despacio si hay que hacer caso a la llamada alarmada de los científicos, que en el último informe del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) de la ONU cuya primera parte acaba de publicarse aseguran que el calentamiento global es más rápido e intenso de lo temido hasta ahora. Alrededor de 2030, diez años antes de lo estimado, se puede alcanzar el aumento de 1,5 grados centígrados de la temperatura media de la Tierra sobre la era preindustrial, lo que supone riesgos de desastres «sin precedentes» para la humanidad. Los expertos responsabilizan en su análisis al ser humano por estas tremendas alteraciones climáticas y advierten de que no hay más opción que reducir drásticamente las emisiones de gases de efecto invernadero, sobre todo del dióxido de carbono (CO2), que son los principales responsables del calentamiento climático.

De seguir las cosas como hasta ahora (ya ha subido la temperatura 1,1 grados), en 2050 podrían sobrepasarse con creces no los 1,5 grados previstos en el Acuerdo de París de 2015 sino también los 2 grados, con lo cual «olas de calor, inundaciones y otros eventos extremos aumentarán de forma «sin precedentes» tanto en su magnitud, frecuencia, ubicación o momento del año en que ocurren», advierten los expertos del IPCC. En definitiva, habrá que ir más allá de los acuerdos de París, que, de aplicarse tal como fueron concebidos, podrían generar una subida de tres grados; y si se siguiera desatendiendo aquellas convenciones, la subida podría dispararse hasta los cuatro o cinco grados, con lo que la catástrofe sería incompatible con la vida tal como la entendemos hoy día.

La causa ecológica tiene cada vez más adhesiones porque la amenaza crece y se aproxima

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Aunque ciertos cambios en pleno proceso ya son irreversibles según los científicos —el deshielo de los polos, la desaparición de los glaciares, etc.— aún podría salvarse lo esencial si se consiguiera la neutralidad climática respecto al CO2 —la producción se compensaría con la absorción natural o forzada del anhídrido carbónico— en un tiempo prudencial (en torno al 2050), con lo que aún cabe trabajar en pro de este objetivo vital. Pero el tiempo apremia ya que, a pesar de que la Unión Europea esté poniendo toda la carne en el asador —los presupuestos de reconstrucción han de aplicarse preceptivamente a la descarbonización— y de que el demócrata Biden haya vuelto al Tratado de París y se haya sumado a la causa climática, ni siquiera la mitad de los países de la ONU están trabajando en esta dirección.

La causa ecológica tiene cada vez más adhesiones porque la amenaza crece y se aproxima, pero no siempre las reclamaciones que se formulan en su favor son verdaderamente científicas y le dan prestigio y credibilidad. Tras el anuncio del último informe, algunos portavoces pusieron como ejemplo de lo que nos aguarda los últimos fenómenos meteorológicos intensos que han ocupado portadas recientes en los periódicos, altas temperaturas en Canadá, inundaciones insólitas en Centroeuropa, diluvios en China, poderosos incendios en Estados Unidos y el Sureste de Europa, etc. Las tendencias que marcan las necesidades y que los científicos estudian son muy a largo plazo, y deben describirse desde la última glaciación, hace unos 12.000 años. La anécdota concreta de ayer o de anteayer no crea conversos a una causa vital y decisiva en la que la demagogia está teniendo un efecto demoledor.

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