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Matías Vallés

Al Azar | Récord de vacunas en el telediario

El juego requiere de un solo participante, que aguarde disciplinado el comienzo de uno de los centenares de telediarios repetidos de los canales patrios o matrios. Antes de empezar, mientras gira la bola del mundo o la imagen cabalga por un set estupendo montado en una nave inmunda un palmo más allá del poliéster, el/los espectador/es tiene/n que formalizar sus apuestas. Las categorías son arbitrarias pero adaptadas al resultado: de cero a veinte, de veinte a cincuenta, más de cincuenta. Como ya habrán adivinado, se trata del número de pinchazos en los brazos de ciudadanos anónimos que serán emitidos durante el informativo. A menudo, con un primer plano de la jeringuilla y del lugar de la inyección, que permitirá a los veteranos identificar el laboratorio de la vacuna. Y si aceptan una recomendación, no apuesten por el cero a veinte.

En cumplimiento de la revolución vacunal maoísta proclamada por Pedro Sánchez, a diario se bate en España el récord de vacunas en el telediario. Incluso ahora que se ha ralentizado la inmunización artificial al igual que ocurre en todos los países con acceso a Pfizer y familia, los informativos televisivos multiplican el número de pinchazos en un bucle que debería provocar rechazo incluso a los adictos a las inyecciones. Algún día se investigará el impacto negativo que la vacunación disuasoria de más de cuarenta pulgadas ha tenido en la lucha química contra el coronavirus.

En doscientos días de vacunación, a una media de consumo de dos informativos diarios, el disputado español medio ha contemplado a dos metros de distancia más de diez mil inyecciones en vivo. Al detalle, solazándose en el instante en que la piel se hunde al contacto con la aguja antes de ceder eróticamente a la presión del profesional, sin olvidar la gasa y la tirita. El realismo de la ceremonia llega al extremo de que, al igual que sucede con el ritual religioso televisado, cabe asegurar que el observador también queda inmunizado.

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