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Jose Jaume

Desde el siglo XX

José Jaume

La Segunda Restauración se dirige hacia su colapso

El bloqueo institucional se acentúa porque tanto la Corona como la situación política impiden adentrarse en radical e imprescindible reforma de la Constitución

Pedro Sánchez con don Felipe IV B. Ramon

Atención a lo que dice el catedrático de Derecho Constitucional Javier Pérez Royo en un reciente análisis: «La Segunda Restauración (iniciada con la Constitución de 1978) se va aproximando a lo que fue la Primera (vuelta de los Borbones en 1876 con Alfonso XII proclamado rey por el Ejército): la Monarquía impide que el sistema político se desmorone por completo; al tiempo, no permite que se produzca la renovación del mismo mediante reformas de ningún tipo». Añade el doctor Pérez Royo: «El tiempo sigue corriendo, sobre todo para el PSOE, que se ve en posición insostenible, porque no puede convertirse en partido dinástico por encima de todo, que es lo que se le acabará exigiendo». Ahí radica el gran problema hoy insoluble: la Corona aguanta la crisis que la zarandea, derivada, en cierta forma, pero no la única, porque su vuelta a España por la voluntad del general Franco es un pecado original imborrable, por el desastre protagonizado por Juan Carlos de Borbón, que, es ocioso reseñarlo, ha echado a la basura lo realizado en la Transición, debido a que el PSOE, partido esencialmente republicano, le hace de clave de bóveda. Es el partido socialista el que garantiza su continuidad. Los aspavientos monárquicos de la derecha contribuyen a debilitarla. El bloqueo que el PP mantiene impidiendo cualquier reforma, incluida la grosera del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), es coyuntural, al igual que su compromiso monárquico: dejará de ejercerlo cuando atisbe que no sirve a sus intereses. Es el PSOE, reiterémoslo, quien concede estabilidad al sistema; también es evidente que las cosas tal como están no pueden sostenerse en el tiempo. Llegará momento en el que la Segunda Restauración colapsará, al igual que lo hizo la Primera en septiembre de 1923 cuando el capitán general de Cataluña, siempre Cataluña, Miguel Primo de Rivera, padre del fundador del partido fascista Falange Española, José Antonio, dio su golpe de Estado (avalado por la UGT, que colocó a su líder, Francisco Largo Caballero como consejero de Estado). Ocho años después, al caer la dictadura, llegó la Segunda República.

La Segunda Restauración es ya casi tan longeva como lo fue la Primera. Los síntomas de su agotamiento guardan sorprendentes parecidos con los de entonces. Están expuestos para quien quiera percatarse de por dónde van las cosas, hacia qué destino se embocan. Dejemos la absurda, poco patriótica (usando su decimonónico lenguaje), estrategia del PP (Vox es desquicie absoluto) y fijémosnos en el PSOE, constreñido por el movimiento republicano que hay a su izquierda y los aguerridos nacionalismos periféricos. La cuestión que plantea el profesor Pérez Royo es pertinente: ¿está en condiciones de ser el partido socialista una fuerza política dinástica? Que se lo van a exigir los poderes fácticos, hasta los asentados en Bruselas, es seguro. No parece que el PSOE acepte apiolarse convirtiéndose en algo que repudia a su naturaleza, que jamás podrá incorporar a sus básicos principios. Se quiera o no la herencia de la Segunda República y el recuerdo de la Guerra Civil gravita sobre las Españas de forma indeleble. Es lo mismo que pedirle a la Iglesia católica que renuncie a alguno de sus dogmas. Pongamos por caso el de la inmaculada concepción de María. El cisma sería inmediato. Irreversible. Lo mismo le sucede al PSOE: defenderá la Monarquía parlamentaria enarbolando la bandera de la Constitución de 1978, de la que es principal artífice; es antinatural exigirle que sea el partido dinástico que la Corona requiere imperiosamente.

El deterioro proseguirá: la Monarquía es la estructura que impide, como dice Pérez Royo, la urgente renovación. Cómo hacerla si para ello se requiere que la mutación de la Corona sea drástica, lo que conlleva reforma agravada de la Constitución con referéndum incluido. En él se daría la confrontación final con el frente republicano. Impensable solución para el sistema.

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