La protestas del sector lechero llegaron a Menorca y Mallorca, y sinceramente, me alegro. La Asociación Frisona Balear presentó un informe que sirvió de base a la convocatoria y con el que estoy totalmente de acuerdo. Parte de los datos que recoge fueron los que la propia Consellería elaboró y envió al Ministerio para iniciar las negociaciones de la PAC, y que deben servir para reconocer los sobrecostes de la insularidad, definir el valor del derecho de la nueva región insular, así como el importe de las nuevas ayudas asociadas al vacuno de leche en esta misma región. Así mismo, habrá que acometer la elaboración del Plan Estratégico de la Ganadería, pero se hará cuando las condiciones sean las adecuadas. Recordemos que hace apenas un mes que se presentó la Estrategia Agraria de Menorca.

Pero me preocupa que el tema se desvirtúe. Me preocupa que el Partido Popular aproveche el tirón y lance un mensaje simplista de que esto se resuelve con un Plan Estratégico y con más ayudas y subvenciones. La crisis del sector lechero es la historia de una reconversión sectorial en toda regla que tiene su origen en las negociaciones para la incorporación de España en la entonces CEE. Se nos asignó una cuota de producción un 30% por debajo de nuestro potencial productivo y muy por debajo de nuestro consumo interno. El Partido Popular, al que siempre he respetado por su profunda tradición agrarista, sabe que la puntilla vino en el año 2015 con la desaparición de las cuotas lácteas, siendo ministra Isabel García Tejerina, cuestión a la que habría que haberse opuesto en Bruselas. Así las cosas, no desviemos el foco. La centralidad del asunto está en que el precio de la leche no cubre los altos costes de producción. El problema está en los precios de reclamo que la distribución mantiene venta al público. El problema está en cómo se distribuye este precio a lo largo de la cadena y en el incumplimiento de la Ley 12/2013 de la cadena alimentaria. Seguro que se pueden mejorar las ayudas, pero me van a perdonar, esto no se resuelve con más subvenciones. De hecho, si no se cambia la dinámica para fijar los precios de la leche, cada euro más de subvención será un euro que la distribución integre en el cálculo del precio.

He vuelto a comprobar los precios en las distintas cadenas y el panorama es demoledor. Tenemos dos marcas conocidas de Baleares: una de Mallorca que se vende a 0,92€/l de media, y otra de Menorca que se vende a 0,85€/l. Las dos son leche de producción ganadera local y procesada por industria local. Los dos precios dan margen para la cobertura de los costes de toda la cadena. Pero en los supermercados encontramos otra leche marca blanca de las Islas Baleares a 0,72€/l y otra leche de marca blanca que también se envasa en Menorca y que se vende a 0,55€/l. En ambos casos, ni se cubren los costes de las ganaderías, ni tampoco de la propia industria, que seguro que procesa a pérdidas. Con una estructura productiva de 134 granjas, 10.200 vacas y 65.500 Tn de producción al año, esta estrategia comercial de la distribución es demoledora tanto para las explotaciones como para las industrias. Esta misma estrategia de precios bajos se extiende al queso. Mientras tanto, el impacto en el gasto de una familia de cuatro miembros, entre comprar leche digna o sangre de ganadero, no llega a 6€ al mes.

Involucrar a la distribución en el tema de la leche no es tarea fácil. Muchas decisiones se toman en Valencia, Madrid o Barcelona, pero las divisiones territoriales de estas cadenas tienen margen para establecer estrategias propias y más en un momento en el que la sensibilidad hacia el producto local es tan alta. Debemos ser justos y reconocer que hay cadenas que han demostrado ser aliadas de la producción local desde hace años y otras, que deben empezar a mostrar sus buenas intenciones. Necesitamos mayores cotas de compromiso de toda la distribución, acuerdos muy concretos y un cambio en la estrategia de marcas blancas y precios venta al público.